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10 de Febrero

“Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”

(Marcos 7, 24-30)

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.

Una mujer extranjera supo que Jesús estaba de paso por su ciudad y agobiada por el mal que padecía su hija, fue a buscarlo y se echó a sus pies suplicándole alejara el demonio que la tenía atada. Jesús que siempre acogía a toda persona con ternura especial, le respondió con extraña dureza: “Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”.

La mujer, en vez de alejarse resentida por estas palabras tan duras, continuó suplicándole con sorprendente humildad: “pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Jesús asombrado por la profunda humildad de esta mujer, le concedió de inmediato lo que le pedía.

Reflexionemos:

Dios resiste a los soberbios, pero ante una persona humilde deja desbordar su ternura y su poder. ¿Cómo es mi actitud ante Dios y ante las personas? ¿Reconozco mi pequeñez sincera y serenamente? ¡Haz que ame la humildad Señor!

Oremos:

Señor líbranos de toda arrogancia y presunción ante Ti y ante nuestros hermanos; ayúdanos a reconocer nuestra pequeñez y pobreza con alegría, porque Tú nos amas como somos. Amén

Recordemos:

La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: “Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”.

Actuemos:

No desistir ni desanimarme cuando parezca que Dios no escucha mi oración.

Profundicemos:

El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Lamentaciones 3:22-23

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