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14 de Febrero

 “¿Por qué esta generación reclama un signo?”

 (Marcos 8, 11-13)

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.

Muchas personas seguían a Jesús para escucharlo y ser sanados de sus enfermedades; también algunos fariseos lo seguían donde quiera que iba, pero no para escucharlo y dejarse transformar por él, sino para ver en qué actuaba en contra de la ley y así tener de qué acusarlo; por ello aun tocando con mano los `signos` que Jesús realizaba, no creían en él.

En el evangelio de hoy les vemos discutiendo con Jesús y exigiéndole que haga un signo especial para que ellos puedan creer en El. Jesús que conocía las intenciones de su corazón, dando un profundo suspiro de dolor les dijo abiertamente que no podía darles otro signo por su incredulidad, y se alejó de ellos con profunda tristeza.

A Jesús no le duelen nuestros errores, pecados o fragilidades porque es todo misericordia; le duele que cerremos el corazón a su amor, no confiemos en su misericordia y le busquemos por intereses egoístas.

Reflexionemos:

¿Con qué actitudes me acerco yo a Jesús? ¿Tengo abierto el corazón para acoger las expresiones de su ternura y bondad para conmigo? ¡Creo en Ti Señor!

Oremos:

Gracias de todo corazón por tantos signos de tu amor para conmigo; perdóname las veces que me acerco a Ti sin la confianza y el amor que te mereces. ¡Fortalece mi pobre fe Señor.

Recordemos:

Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo?

Actuemos:

Alimento mi fe cada día dando gracias al Señor por los detalles continuos de su amor.

Profundicemos:

Jesús no ha venido a hacer milagros, sino a darnos su vida divina. Para recibirla no hemos de esperar signos portentosos, tan sólo estar con Él y buscar de todo corazón lo que el haría en la situación en que nos encontremos.

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