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14 de febrero

 

Si quieres, me puedes dejar limpio (Mc 1, 40)

 

La lepra era una de las enfermedades más incurables y temibles en el tiempo de Jesús. Quienes la padecían eran considerados impuros y alejados de la comunidad. Era un mal asociado con los pecados, por eso, quienes la sufrían eran discriminados y obligados a usar una campanita para alertar sobre su impureza a quienes pasaban a su lado. En el evangelio de hoy resulta sorprendente la iniciativa que toma el leproso para acercarse a Jesús, romper los límites establecidos por la Ley y suplicarle que lo sane: Si quieres, me puedes dejar limpio”. Petición a la que Jesús responde sin demora y sin temor a contagiarse o a quedar impuro. Jesús al igual que el leproso, rompe también los límites de lo establecido, al extender su mano para tocar al enfermo y curarlo de su mal, pues reconoce en primer lugar su fe y su humildad. Pero sin ser ajeno del todo a la Ley, pide al leproso que se presente ante el sacerdote para constatar su purificación. Pidamos al Señor, en este día la fe y la osadía del leproso para superar las barreras personales o sociales que nos impiden ir a su encuentro. Así mismo, la capacidad de pedir con humildad la sanación que necesitamos de Dios.

 

Reflexionemos:

¿Qué enseñanza nos deja la fe del leproso?, ¿cómo podemos crecer en nuestra confianza y humildad para acercarnos a Dios?

 

Oremos:

Danos, Señor, una fe sencilla, humilde y audaz como la del leproso. Una fe capaz de dejarte actuar libremente en nuestra vida y no condicionarte a nuestros deseos o necesidades. Amén.

 

Recordemos:

Una fe madura es aquella que nos lleva a dejar actuar libremente a Dios en nuestra vida y no condicionarlo a nuestras necesidades.

 

Actuemos:

Dejemos resonar a lo largo de este día las palabras del leproso a Jesús: Si quieres, me puedes dejar limpio, presentando a través de ellas al Señor nuestra necesidad de aprender a confiar más en él.

 

Profundicemos:

Así como Jesús, san Damián de Molokai tuvo la osadía de acercarse a los leprosos de su tiempo, manifestarles el inmenso amor que Dios sentía por ellos a través de sus cuidados, oraciones y enseñanzas (Libro: Damián de Molokai. Apóstol de los leprosos).

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