14 de Marzo

“Sean misericordiosos, como es misericordioso su Padre”

(Lucas 6, 36-38)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida.

 

El tema primordial  de la predicación de Jesús es Dios Padre que nos ama con el mismo amor que  lo ama a Él, y por eso su voluntad es que todos seamos semejantes a su Hijo Jesús; esta será la máxima gloria para Dios y la mayor felicidad para nosotros.

En el evangelio de hoy Jesús nos deja entrever la actitud fundamental que alberga el corazón del Padre, que El expresa como mandamiento: “Sean compasivos, como su Padre es compasivo”; y se torna  para nosotros en norma segura para una vid

a feliz. En ella se  condensan los cuatro imperativos que le siguen: “No juzguen.  No condenenPerdonen. Den; Lo que hagamos o no hagamos a los hermanos, Dios lo hará con nosotros. Los dos primeros imperativos en negativo, “No juzguen.  No condenen  nos invitan a frenar los impulsos de nuestra innata tendencia egocéntrica que nos lleva a creer que tenemos siempre la razón o somos los mejores. Los otros dos en positivo ponen en movimiento el dinamismo de la vida divina que ya está en nosotros: Donen, Perdonen: el Dios que habita en nuestro corazón es  amor y solo amor.

 

Reflexionemos:

Si guiados por el Espíritu Santo entramos en este dinamismo espiritual amando y donándonos al estilo de Dios, recibiremos con creces lo que nosotros damos: si soy misericordioso encontraré una gran misericordia; si lo soy poco, encontrare  poca; si no tengo misericordia, tampoco la habrá para mí. Espíritu Santo enséñanos a amar como Jesús.

 

Oremos:

Gracias Jesús por indicarnos con tu vida y con tus enseñanzas la meta sublime de la santidad: ser misericordiosos como el Padre. Haznos dóciles a tu Santo Espíritu para que nuestro pobre corazón egoísta ame un poquito más cada día como somos amados por Dios. Amen.

 

Recordemos:

“No condenen, y Él no los condenará. Perdonen, y Dios los perdonará. Den, y Él les dará; les llenará la medida con generosidad, con creces, hasta el borde”.

 

Actuemos:

Trataré de mirar con bondad las fragilidades y errores de quienes viven a mi lado, evitando todo juico o condena para que cuando me presente ante Dios pueda ser acogido con misericordia.

 

Profundicemos:

“Amémonos los unos a los otros y seremos amados de Dios; tengamos paciencia los unos para con los otros y él tendrá compasión de nuestros pecados. No devolvamos mal por mal y no recibiremos lo que merecemos por nuestros pecados”. Máximo el Confesor

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