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18 de Noviembre

 

“¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!”…

(Lc 19, 42)

 

Jesús que amaba entrañablemente la humanidad entera, tuvo también un cariño especial por los de su raza, por su gente. Fueron ellos a quienes Dios reveló desde el comienzo su amor; entre ellos Dios escogió a la madre bendita de Su Hijo, que nació y vivió entre ellos; En este pueblo elegido, Dios hizo brillar por primero su salvación.

Al recordar esta historia de predilección comprendemos mejor porque Jesús al mirar la ciudad de Jerusalén, dijo con lágrimas en sus ojos: ¡oh si al menos comprendieras en este día lo que conduce a la paz!”.¡Cuánto anhelaba Jesús salvar a su pueblo!

Hermano/a, hoy somos nosotros el pueblo elegido de Dios, descubramos su presencia entre nosotros, no resistamos a Su amor.

 

Reflexionemos:

Me pregunto: ¿Tengo a Jesús en el centro de mi vida? ¿Escucho Su palabra; confronto mi vida con la suya? Solo en Él encontraremos la vida y la felicidad que anhelamos. ¡Señor, Tu eres nuestra paz!

 

Oremos:

Señor, cuando lloraste por tu pueblo, tenías presente nuestros sufrimientos causados por nuestra violencia, corrupción y falta de respeto por la vida. No permitas que nos destruyamos entre nosotros. Ayúdanos a superar los rencores para disfrutar la paz que Tú nos das. Amén.

 

Recordemos:

“Dichosos los constructores de la paz porque serán llamados hijos de Dios”.

 

Actuemos:

Quiero contribuir a la paz, tratando con respeto y benevolencia a las personas que hoy encuentro.

 

Profundicemos:

Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor
(Antoine de Saint-Exupéry)

(Libro: «“Haciendo camino”  Matilde Eugenia Pérez Tamayo  ).

 

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