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25 de Diciembre

 

Nacimiento de Jesús nuestro Señor y Salvador” (Lc 2,14.)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hermanos y hermanas Feliz Navidad! Unámonos al júbilo de los cristianos de todos los tiempos escuchando el cantico de san Bernardo: “Un grito de júbilo resuena en toda la tierra; un grito de alegría y salvación en quienes se reconocen pecadores…Una voz colmada de gozo levanta a todos los que están  caídos: Oigan cielos; escucha tierra: alaben en coro todas las criaturas, pero sobre todo tú que eres creyente: Cristo Jesús, el Hijo de Dios, ha nacido en nuestra tierra. ¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le conmueva el alma? ¿Podría haber otro mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable?… ¡Jesús Hijo de Dios, ha nacido entre nosotros!

¡Oh nacimiento luminoso por su santidad, glorioso para el mundo, urgido por la humanidad… insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandeza de su novedad; jamás se había  visto cosa parecida…¡Oh alumbramiento único… cándido, incorruptible que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza y las transforma; inimaginable  entre lo más grandioso; liberador y sanador por el misterio del amor divino que se esconde en él.

Reanímense los que se sienten perdidos o vencidos. Jesús vino a buscar al que estaba perdido. Reconfórtense los que están enfermos: Cristo vino a sanarnos con oleo santo de su misericordia. Salten de gozo los que sueñan  con altos ideales: el Hijo de Dios está con nosotros para hacernos partícipes de su Reino.

 

Reflexionemos:

¿Qué más podíamos desear? ¿Habrá mal o sufrimiento que pueda superarnos?  En Jesús somos sanados, salvados y glorificados. Feliz Navidad!

 

Oremos:

Gracias Padre por el don inefable de Tu hijo, gracias por tu Santo Espíritu que lo encarnó en la Virgen María y hoy lo encarna en cada uno de nosotros que lo acogemos como Dios y Salvador. Gracias a Ti Jesús porque te identificaste con nuestra fragilidad para que fuéramos divinos como Tú. Amen

 

Recordemos:

En verdad, es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque gracias a Tu Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, él nos lleve al amor de lo invisible.

 

Actuemos:

Con corazón abierto y lleno de gratitud acojo a Jesús que viene a mí en la  Eucaristía y se pone a mi lado en cada persona que encuentro a mi paso.

 

Profundicemos:

Los cristianos no celebramos fechas, celebramos hechos. Hoy nos alegramos y celebramos el hecho inmemorable de Aquel  a quien el universo no puede contener,  y que quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta  para reconciliar al hombre con su Creador; haciéndose humano como nosotros, Jesús, Hijo de Dios  nos hace divinos como El.

Libro: Que chévere es Dios  Equipo Paulinas

 

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