30 de Noviembre

 

“Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” (Mateo 4, 20)

 

El evangelio nos muestra a Jesús caminado a la orilla del lago y haciendo amistad con los pescadores. Ve a dos hermanos Simón y Andrés que están para iniciar su trabajo y les dice síganme y los haré pescadores de hombres; ellos “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”. Luego ve a Santiago y a Juan que también son hermanos y les dice lo mismo; ellos dejando todo, se fueron con Él.

¿Qué tiene la Palabra de Jesús que toca tan profundamente el corazón y da el valor de dejarlo todo por Él? Jesús es el Hijo eterno de Dios enviado a instaurar en este mundo su reinado; pero no realizará solo su misión, Él quiere involucrarnos a todos en la construcción de su Reino; por ello comienza eligiendo algunos para que vivan con Él y lo acompañen en su misión. Actuando así Jesús nos dice que el Reino de Dios es una familia de hermanos; lo propio del Reino es la fraternidad.

Que hermoso es sentirnos unidos en Jesús como una sola familia donde ninguno vive ni sufre solo porque en Él somos hijos amados de Dios y hermanos de todos. Este vínculo que nace de la fe es más fuerte y profundo que los vínculos de la sangre; ¡creámoslo de todo corazón!

 

Reflexionemos:

¿Me siento feliz de ser Iglesia? ¿Cómo contribuyo a la vida y la unión en mi comunidad de fe?

 

Oremos:

Gracias Jesús porque también yo he sido elegido y amado por Ti y tengo la dicha de pertenecer a la comunidad cristiana. Danos a todos la fe de Pedro, de Juan, de Santiago y Andrés; y ayúdanos a vivir bien unidos para que nuestro pueblo pueda ver en nosotros tu presencia y sentirse acompañado por Ti en medio de la incertidumbre que vivimos hoy. Amén

 

Recordemos:

Desde el día de mi Bautismo soy miembro de tu Cuerpo glorioso, la Iglesia de Cristo, allí nunca estoy solo y recibo la riqueza de todos porque el Espíritu Santo hace circular entre nosotros la Vida divina que nos va transformando un poco cada día.

 

Actuemos:

Vivo con alegría mi fe cristiana estando abierto y atento a las necesidades de los de hermanos y aceptando con humildad su ayuda.

 

Profundicemos:

Seguimos siendo pecadores que dependen enteramente de la gracia. No obstante, hemos experimentado el amor transformador de Cristo. Él hace que lo imposible sea posible: que hombres y mujeres ordinarios vivan juntos en perdón y confianza mutua, como hermanos y hermanas, hijos e hijas de un único Padre. Libro:( «Carlo Acutis. El cibernauta de Dios»  ) 

 

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