4 de septiembre

 

“El Hijo del hombre es señor del sábado” (Lc 6, 15)

 

Para los judíos, el sábado era un día muy importante en el que no trabajaban ni realizaban las tareas cotidianas de la semana, para dedicarlo a Dios. Solo era permitido salvar a una persona en caso de peligro inminente de muerte. Por lo que era mal visto que alguno realizara una labor contraria a las prescriptas por la Ley para este día, como los discípulos de Jesús, a quienes los fariseos en el evangelio de hoy, cuestionan por arrancar las espigas de los sembrados y comerse su grano: “¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?”. Jesús responde a su pregunta, citando el ejemplo de David y sus hombres que comieron del pan consagrado, y mostrando a través de él, que el sábado está hecho para hacer todo aquello que redunde en bien de los demás, ya que hacer lo contrario, aunque sea por respetar el sábado, es ir en contra de las enseñanzas de Dios. Pidamos al Señor, en este día la gracia de aprender a vivir una espiritualidad encarnada en las necesidades de los demás, que en lugar de cerrarse o refugiarse en sus prácticas rituales, se abra al servicio y la compasión hacia los más necesitados.

 

Reflexionemos:

¿Qué enseñanza nos deja la actitud de Jesús frente al sábado? ¿Cómo podemos ser más atentos y solidarios con los demás?

 

Oremos:

Ayúdanos, Señor, a vivir una espiritualidad encarnada en las necesidades del mundo, capaz de traducir tus enseñanzas en las pequeñas acciones y compromisos de cada día. Amén.

 

Recordemos:

El valor de la vida prevalece siempre sobre las prácticas religiosas.

 

Actuemos:

Revisemos en esta jornada la manera como vivimos y expresamos nuestra relación con Dios.

 

Profundicemos:

El seguimiento de Jesús nos invita a vivir una espiritualidad encarnada en las necesidades de todos aquellos que están a nuestro lado (Libro: Desde el manantial).

 

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