5 de agosto

 

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mt 16, 15)

 

En este día celebramos la fiesta de la dedicación de la Basílica de Santa María. La primera basílica dedicada a la Virgen María en occidente, después que el concilio de Éfeso, proclamara la maternidad divina de María. El evangelio nos lleva a recordar en la figura de Pedro, los cimientos que sustentan la fe de nuestra Iglesia: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará”. Pedro fue uno de los discípulos más cercanos a Jesús que supo reconocer en sus enseñanzas y en su misión, al Mesías y al Hijo de Dios, por eso, le confía la gran tarea de guiar y conducir a su pueblo. Pese a ello, para Pedro fue difícil acoger el trágico destino de su maestro, por lo que intenta persuadirlo para que desista de él: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte”. Sin embargo, Jesús lo confronta abiertamente y le muestra que este es voluntad de Dios: “Quítate de mí vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.  Pidamos al Señor, en este día la gracia de aprender acoger como él, con fe y valor los sufrimientos que llegan de manera inesperada a nuestra existencia y reconocer en ellos, un medio para unir nuestra vida más a Dios y a nuestros hermanos.

 

Reflexionemos:

¿Cómo acogemos los sufrimientos o las adversidades que llegan de manera repentina a nuestra existencia?, ¿qué llamado nos hacen las palabras de Jesús a Pedro?

 

Oremos:

Ayúdanos, Señor, a vivir con fe las adversidades que llegan a nuestra existencia. A no temer enfrentar los dolores y los sufrimientos que estos conllevan, sino vivirlos de tu mano, con optimismo y esperanza. Amén.

 

Recordemos:

Las adversidades fortalecen nuestro espíritu y nos hacen más creativos.

 

Actuemos:

Confiemos a Dios en este día las adversidades y dificultades que vivimos y pidámosle la gracia de vivirlas con mayor fe y esperanza.

 

Profundicemos:

Las adversidades son una serie de eventos que llegan de manera inevitable a la vida de todo ser humano. Vivirlas de la mano de Dios, hacen de ellas un medio que nos ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos (Libro: El poder de la adversidad).

 

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