5 de Junio

“Como el Padre me envió, los envió yo a ustedes: reciban el Espíritu Santo”

(Juan 20,19-23)

 

 Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Hoy recibimos al Espíritu, por ello, deberíamos tener las puertas abiertas para dejarlo entrar y después salir nosotros a compartir la alegría de que no estamos solos. El miedo nos acobarda y no nos deja expresar los sentimientos que tenemos. No deja que nuestro corazón sea capaz de confiar y ponernos al servicio de la Palabra de Dios.

Los textos de la Palabra que la Iglesia nos invita a meditar hoy nos ponen delante del nacimiento de un pueblo que vive en comunión con el Señor y sus hermanos. Estamos ante un nacimiento, el nacimiento de la Iglesia, de un mundo nuevo sobre el cual reposa el Espíritu Santo.

No dudemos, Dios nunca nos abandona. Primero envió a su Hijo y ahora para que sigamos en el camino nos envía su Espíritu para llenarnos de paz, de fuerza y energía, con ella nos da el poder de perdonar los pecados y vivir en la gracia de Dios cada día siempre que vivamos como personas virtuosas que cumplen la máxima cristiana de amar y compartir.

Luego soplo sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Es la repetición integral de la creación, pero esta vez de forma definitiva, en el misterio de la relación con el Padre y con el Espíritu. Este misterio introduce un mundo enteramente nuevo, el mundo de Dios.

El misterio de Pentecostés es el misterio de la presencia del espíritu que acaba de derramarse sobre cada uno de nosotros y nos hace seres comprometidos en el misterio del Espíritu para dar testimonio.

Que el Señor nos conceda recibir el Espíritu, recibirlo sin medida, como Cristo lo ha recibido sin medida, estando con Él, en la transparencia de la Trinidad.

 

Oremos: Espíritu Santo, te suplico que vengas a hacer en mí tu morada. Concédeme el don de fortaleza para dar testimonio de ti. Dame la gracia de llevar la luz de tu verdad a tantos que caminan en la oscuridad.

 

Recordemos: Estamos invitados a recrear ese ambiente de alegría por el encuentro con Jesús, para que el Espíritu Santo dé muchos frutos en nosotros.

 

Actuemos: ¿Nos alegramos por el don del Espíritu Santo? Pido al Espíritu Santo me conceda a mí y a mi familia el don de la paz.

 

Profundicemos: “Soplo sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. ¿Qué significa recibir el Espíritu Santo?

 

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