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6 de mayo

Tercera Semana de Pascua

                    “Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”

(Juan 6, 52-59)

 

Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida

Qué hermoso ver con cuanta seguridad y ternura Jesús explica a una audiencia resistente e incrédula el misterio inaudito del amor de Dios escondido en la Eucaristía “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en ultimo día…El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y Yo en El”. Es como si Jesús te dijera: El Padre me envió a darte Vida divina; si quieres vivir entregando tu vida, acércate y come!

Ante estas palabras nadie puede quedar indiferente porque desde el comienzo hasta el final, Jesús nos involucra en él; tú sientes que ese misterio de amor es para ti; eres tú el invitado a comer el Pan de vida. Al comulgar recibimos a Jesús resucitado  en nuestro corazón que quiere seguir dando vida al mundo a través de nosotros. 

 

Preguntémonos: Cuando comulgamos Jesús resucitado entra en nuestro corazón para seguir dando su vida  a través de nosotros. ¿Acepto que comer el Pan eucarístico es entrar en el camino de entrega de Jesús? Cuando comulgo ¿qué disposiciones albergo en mi corazón?

 

Oremos: Gracias Jesús por el sacramento de la Eucaristía, ayúdanos a acoger este don incomparable con fe viva y a vivirlo con gratitud y amor para a aprender a donar nuestra vida como haces Tú con nosotros. Amén.

 

Recordemos: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.

 

Actuemos: Antes de acercarme a la Comunión eucarística examino las disposiciones a que albergo en mi corazón, y pido la gracia de estar siempre atento a las necesidades de los demás.

 

Profundicemos: Jesús que ha dicho: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre”; nos pide con amor que lo  reconozcamos, lo acojamos  y nos alimentarnos de Él para que no nos falle la alegría de vivir y la fuerza de servir. Papa Francisco

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