“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt 5, 10)
El evangelio de este décimo lunes del Tiempo Ordinario, nos lleva a la montaña junto a los discípulos para escuchar las bienaventuranzas. Enseñanzas de vida, que constituyen la base del programa del Reino de los Cielos y la identidad que están llamados a tener sus seguidores, como la pobreza de espíritu, la consolación, la misericordia, la lucha por la justicia, la limpieza de corazón, la búsqueda de la paz y la aceptación serena de las persecuciones. Las bienaventuranzas nos llevan también a reconocer el lado positivo de las contrariedades que sufrimos y reconocer en ellas, una valiosa oportunidad para unir nuestra vida más a Dios y al sufrimiento de nuestros hermanos: “Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes”. Pidamos al Señor, en este día la gracia de aprender a vivir con fe, serenidad, alegría y entrega nuestros sufrimientos. Así mismo, la capacidad de reconocer en ellos, las enseñanzas de vida que nos dejan.
Reflexionemos:
¿Cómo acogemos en nuestra vida las contrariedades o los sufrimientos?, ¿qué enseñanzas nos deja, la lógica que Jesús nos comunica en las bienaventuranzas?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a reconocer las enseñanzas de vida que nos comunicas en las bienaventuranzas. A distinguir el lado positivo de las contrariedades o sufrimientos que vivimos a diario. Amén.
Recordemos:
Todo sufrimiento trae consigo una gran enseñanza de vida.
Actuemos:
En la oración de esta jornada identifiquemos los aprendizajes que nos han dejado la pandemia o alguna circunstancia difícil que estemos o hayamos atravesando.
Profundicemos:
La enfermedad llega a nuestra vida como una realidad adversa que muchas veces nos cuesta aceptar. Vivirla de la mano de Dios, nos ayudará a descubrir las grandes lecciones de vida que podemos aprender de ella (Libro: En quimioterapia con Dios).
