7 de marzo

 

Pero el santuario del que Él hablaba, era su cuerpo(Jn 2, 21)

 

Llegamos hoy al Tercer Domingo de Cuaresma y el evangelio nos lleva a Jerusalén, después de acompañar a Jesús, en los dos domingos anteriores, al desierto y al monte tabor. Jesús viaja de Galilea a Jerusalén por la proximidad de la Pascua y al llegar al Templo expulsa a sus comerciantes por hacer de la casa de Dios un mercado. Actitud que despierta la confrontación de las autoridades religiosas y enciende una acalorada discusión en torno a la autoridad de Jesús: “¿Qué prueba nos das de que tienes derecho a hacer esto?”. Jesús les respondió: “Destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré”. Respuesta que desconcierta aún más a sus oponentes porque Jesús asume el lugar del Templo y anticipa con ello, su muerte y resurrección. Jesús pasa ahora a ser el lugar definitivo de la presencia de Dios en medio de su pueblo, el lugar desde el cual pueden adorarlo y encontrarlo. Pidamos al Señor que nos ayude en esta tercera semana de cuaresma a reconocer en sus palabras y en sus acciones la presencia viva de Dios. Igualmente, adorarlo desde el santuario de nuestro corazón.

 

Actitud: Adoración.

 

Reflexionemos:

¿Reconocemos en Jesús el lugar privilegiado de nuestro encuentro con Dios?, ¿cómo podemos fortalecer nuestra adoración personal desde nuestros hogares en este tiempo cuaresma?

 

Oremos:

Enséñanos, Señor, a reconocer que tú eres el lugar privilegiado donde Dios se revela y nos comunica sus enseñanzas. Que desde el santuario de nuestro corazón, podamos adorarte siempre y entrar en comunión contigo. Amén.

 

Recordemos:

Podemos adorar a Dios cada día desde el santuario de nuestro corazón.

 

Actuemos:

Adoremos a Dios en este día desde nuestro corazón. Propiciemos también un espacio de oración familiar para agradecerle por las bendiciones que durante este tiempo hemos recibido.

 

Profundicemos:

Una de las mejores alabanzas que podemos ofrecer a Dios es la oración confiada que parte de la vida y las realidades que vivimos. Los salmos nos ayudan a expresar esta alabanza y entrar en intimidad con Dios (Libro: Un salmo diario para nuestra vida).

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