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9 de Junio

“Todo el que esté peleado con un hermano será procesado”

(Mateo 5, 20-26)

 

 Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El eco de la palabra que Jesús dirige a sus discípulos, hoy llega a nosotros: “Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.”, Jesús pone en el centro al ser humano, y nos confronta en nuestra experiencia de fe en relación con Dios, con los hermanos y con el entorno, pues sostiene “Han oído que se dijo a los antiguos: ‘No matarás’, y el que mate será procesado.”. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado”. Amar al prójimo, perdonar y tener la capacidad de pedir perdón, nos permiten entrar en la lógica de Dios. La justicia del Reino de Dios no es la venganza, ni el castigo si no el amor, la reconciliación entre los creyentes y la búsqueda de la paz entre los pueblos. Si decimos que creemos en Cristo nos movemos a en la práctica de la caridad. Ya la ley no es nuestra norma de vida. Es Cristo, y su justicia consiste en  amar a los hermanos y buscar el bien común.

 

Preguntémonos: ¿En mi vida cotidiana hago mi propia justicia “el que me la hace me la paga” o pido a Dios la gracia del perdón? ¿Cómo están mis relaciones interpersonales?

 

Oremos: Señor Jesús, enséñanos a perdonar como tú perdonas, a amar como tú amas. En tus manos pongo mis fragilidades humanas y conviértelas en actos de caridad, perdón, escucha, paz y fraternidad. Que con el gozo de tú perdón, yo pueda perdonar a los demás. Amén.

 

Recordemos: “Si al momento de presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano” Mt 5, 23

 

Actuemos: Hoy antes de acercarme a la sagrada comunión, me acerco al sacramento de la reconciliación, recibo el perdón de Dios, soy perdonado para perdonar. Luego, cumplo con mi propósito de enmienda.

 

Profundicemos: La justicia que proviene de Dios no es igual a la de los hombres, Dios nos exige “juzgar” en el amor, esto es, el amor debe prevalecer sobre cualquier cosa, sin importar la circunstancia, el amor debe ser nuestra guía, nuestra orientación, pues Jesús mostró en la cruz el mayor acto de amor, me enseñó que ante el odio debo amar, ante la desesperanza debo tener esperanza, ante la injusticia debo ser justo, ante la indiferencia debo ser compasivo, ante una sociedad que odia debo mostrar el amor de Dios. Ama para ser amado, perdona para ser perdonado.

 

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