12 de Marzo

“Señor, dame de esa agua, para no volver a tener sed”

(Jn 4, 15)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

La Cuaresma nos ofrece la posibilidad de reconocer la gran sed que tenemos como seres humanos de sentido, de relaciones que nos ayuden a crecer, de una vida espiritual fuerte y fecunda. Sed que parte del profundo deseo de verdad y de encuentro con Aquel que es la Vida. Tal como lo experimentó la mujer samaritana, que pese a pertenecer a un pueblo poco querido por los judíos, gracias al encuentro y al diálogo que tuvo con Jesús en el pozo de Jacob, pudo reconocer que Él era el Mesías y el único que podía calmar su profunda sed de Dios: “Todo el que bebe de esta agua, volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed”. Como la samaritana tal vez nosotros tratamos de calmar la sed que tenemos de Dios y de relaciones sanas y verdaderas, en muchas cosas que en lugar de acercarnos a Él nos alejan. Pidamos al Señor, en este tercer domingo de Cuaresma, la gracia de reconocer que solo en Él, podemos saciar los deseos más profundos de nuestro corazón.

 

Reflexionemos: ¿Tenemos sed de las cosas de Dios?, ¿Dónde la calmamos?

 

Oremos: Ayúdanos, Señor, a reconocer que solo en ti nuestra vida cobra verdadero sentido. A experimentar que tu Palabra es capaz de saciar los deseos más profundos de nuestro corazón. Amén. 

 

Recordemos: En Jesús podemos saciar nuestra sed de sentido y verdad.

 

Actuemos: Reservemos un espacio en este día para preguntarnos en qué personas, realidades o experiencias buscamos o saciamos la sed que tenemos de Dios.

 

Profundicemos: La Cuaresma nos permite descubrir a Dios en toda su grandeza y su verdad  (Libro: Preparación para el tiempo de Cuaresma).

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