- Dios misericordioso y bondadoso, te agradezco por el trabajo que puedo dejar de hacer en este momento. Bendice el fin de la jornada para que me libere del peso del trabajo y pueda celebrar el anochecer con mi familia, con mis amigos y también a solas conmigo. Bendice el fin de la jornada para que se convierta en verdad en una fiesta para mí. Libérame sobre cavilaciones sobre el trabajo para que pueda entregarme del todo al encuentro con mi familia, con mis amigos, a la música que oigo, al concierto al que asisto, a la película que veo. Permite que todo lo que hago en mi tiempo libre se convierta en bendición para mí y las personas con las que paso el atardecer. Amén.
- Dios misericordioso y bondadoso, ahora me voy a la cama y te pido: bendice la noche, bendice mi sueño, para que pueda recuperarme bien. Pero, también pienso en todas las personas con quienes me siento unido. Bendice también su noche. Bendice a los enfermos, bendice a aquellos que no pueden conciliar el sueño, bendice a quienes se acuestan llenos de preocupaciones y temores. Permite que esta noche se convierta para nosotros en una bendición. Bendice la noche y concédeme sueños bondadosos que me den esperanza para el próximo día, que me muestren un camino donde yo no lo veo. Bendice la noche en la que se me ha permitido ponerme en tus amadas manos. Concédeme la protección de tu mano y permíteme protegerme en tus manos bondadosas. Amén.
- Dios misericordioso y bondadoso, extiendo mis manos hacía a ti y en ellas deposito el día que pasó, todo lo que he tomado hoy con ellas, a lo que dado forma, lo que he puesto en marcha, a quien he tocado hoy y a quien me fue concedido transmitir con mis manos algo de mi amor y de mi afecto. Te ofrezco este día y todo lo que hecho con mis manos. Lo ofrezco todo para que lo bendigas, te pido: permite que todo lo que estas manos hicieron hoy se convierta en bendición. Confío en que permitas que lo imperfecto, sí, también lo errores, que estas manos hayan podido cometer hoy, se conviertan en bendición para mí mismo y los demás. Pongo todo el día bajo tu bendición, aun cuando a veces tengo la sensación de que el día se me derrite entre los dedos. Confío en que tu protección transformará todo lo derrochado y todo lo omitido en bendiciones. Amén.
- Te adoro, Dios mío, y te amo de todo corazón. Te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano y conservado durante este día. Perdóname las faltas que he cometido y acepta el bien que haya podido hacer. Protégeme durante el sueño y líbrame de todo peligro. Tu gracia esté siempre conmigo y con todos mis seres queridos. Amén.
- Dios misericordioso y bondadoso, bendice este día de trabajo. Tú conoces todo lo que me espera hoy, todo el trabajo que recibiré hoy desde afuera. No sé si tengo la fuerza suficiente para realizar todo lo que s4e espera de mí. Y no sé cómo podré solucionar algunos problemas. Bendice este día y todo el trabajo, los conflictos y problemas que me encomiendas para que yo pueda resolverlos de tal manera que yo traiga bendición para mí, para mi familia, para las personas de las cueles me he hecho responsable. Bendice este día sencillo de trabajo para que sea un día bendecido, un día en el que me sea dado experimentar siempre y en todas partes tu cercanía protectora y amorosa. Amén.
- Te adoro Dios mío, y te amo de todo corazón; te doy gracias por haberme creado, hecho cristiano y conservado durante la noche. Te ofrezco las acciones del día; haz que sean todas según tu santa voluntad y para tu mayor gloria. Presérvame del pecado y de todo mal. Tu gracia esté siempre conmigo y con todos mis seres queridos. Amén.
- Oh Dios, tú eres mi Dios, desde el amanecer te deseo; estoy sediento de ti, a ti te anhelo en una tierra sedienta, reseca, sin agua. Quisiera contemplarte en tu templo, ver tu poder y tu gloria. Tú amor vale más que la vida, te alabarán mis labios; te bendeciré mientras viva, hacia ti levantaré mis manos. Me saciaré como en un espléndido banquete, y mi boca te alabará con alegría. En mi lecho me acuerdo de ti, en ti medito durante la noche, porque tú has sido mi ayuda, y a la sombra de tus alas grito alegremente. Estoy unido a ti, tu brazo me sostiene. Amén.
- Heme aquí, Señor, para iniciar una jornada más de trabajo. Te agradezco la salud, la disposición y la oportunidad que tengo de poder trabajar y garantizar así el sustento de mi familia. Bendíceme, Señor, y ayúdame a realizar bien mis tareas. Te pido que bendigas también la empresa en que trabajo: sus dueños, directores, encargados, funcionarios y a sus familias. En especial, te pido por mis colegas de oficina y por aquellos que estén pasando por mayores dificultades. Haznos instrumentos de tu paz y ayúdanos a construir un mundo mejor. Amén.
- Quiero felicitarte de todo corazón con motivo de tu cumpleaños y desearte la bendición de Dios. Qué bueno que tú existas. Tú eres único. Tú eres especial. Como tú respiras, no lo hace nadie. Nadie siente, así como tú sientes. En ti, Dios quiere expresarse de una manera irrepetible. En ti, Dios se pronuncia. Tú eres una palabra de Dios que quiere ser escuchada en este mundo a través de ti. Escucho el mensaje que tú mismo eres. Que Dios te bendiga para que difundas en este mundo esa palabra sin par de Dios y te conviertas así en una bendición para muchos hombres. Amén.
- Tú cumpleaños me recuerda tu nacimiento. En aquel entonces tenías todo por delante. Note habías comprometido aún. Eras libre de desarrollarte por ti mismo. Eras una hoja en blanco. Ahora te has convertido en un libro, en el que ahora puedo leer. Tal vez deseas que algunas cosas no estuvieran escritas en tu libro. Pero, a mí me gusta leerlo. Todo lo que está escrito en él me parece emocionante. Me gusta en lo que te has convertido. Encuentro que eres una persona plena. Dios bendiga el libro en el que te has convertido. Ojalá sea un libro que muchas personas quieran leer gustosamente. Y que, al leerlo, no solo entren en contacto con tu misterio propio de su vida. Que Dios te bendiga para que puedas alegrar, animar y fortalecer a los hombres con tu libro de vida. Amén.
- Señor, tú eres la Salud. Tú viniste para darnos Vida, para ofrecernos nuevas posibilidades y abrirnos nuevos horizontes. Señor, tú ensanchas nuestro corazón y das alas a nuestra libertad. Tú curas nuestras heridas internas y nos invitas a ser dueños de nosotros mismos y servidores de los demás. Tú nos ayudas a vivir sanamente las experiencias dolorosas de la vida y a crecer desde la pequeñez. Gracias, Señor, porque has compartido nuestra vida, y, amándonos hasta el final, nos has revelado que solo el amor sana y salva. Amén.
- Señor, la enfermedad ha visitado nuestra casa y ha entristecido nuestro corazón. El que amamos está enfermo: su sufrimiento también es nuestro, nuestra es su impotencia y debilidad. Haz, Señor, que nuestro amor sea más fuerte que el dolor; que la unión alcance la esperanza, que la cercanía alivie su soledad. Ayúdanos a creer juntos, para que, madurados por esta experiencia, seamos siempre una familia que agradece tus dones y se fortalece compartiendo. Amén.
- Enfermo, eres mi amigo, eres mi hermano. Te admiro por tu paciencia y por tus cansancios, por tu decaimiento y por tu coraje, por el sufrimiento, por el dolor que es nuestro. En ti veo lo que es ser “hombre”: ser hombre es luchar, es recibir y depender, es ser débil y necesitar al otro. Mas es también ser fuerte y dar. Sí, me has dado mucho: me impides permanecer tranquilo y encerrarme en mí mismo. Al verte recuerdo que soy tu hermano, con la misma fuerza, con la misma debilidad, soy hombre como tú. Luchando juntos venceremos solos, sucumbiremos. Juntos podremos llevar la carga solos. Permanezcamos unidos: hoy necesitas de mí, y mañana, yo de ti. Amén. P. Walter Pegorer
- Oración Por todas las Enfermedades: Dios todopoderoso, fuente de la salud y del consuelo, que has dicho: “Yo soy el que te da la salud”. Acudimos a ti en estos momentos en el que por nuestras enfermedades experimentamos la fragilidad de nuestros cuerpos. Ten piedad, Señor, de los que estamos sin fuerza, devuélvenos, si es conforme a tu voluntad, nuestra salud y quedaremos sanos. Haz efectivos los tratamientos médicos. Líbranos de los efectos secundarios de la medicina y haz lo que la medicina no puede hacer. Realiza un milagro de tu amor y concédenos la salud del cuerpo, la paz en nuestra alma, para que libres de toda enfermedad y recobradas las fuerzas, podamos servirte mejor a ti y a nuestros hermanos. Te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo, con la Santísima Virgen María, nuestra madre, orando en la fuerza del Espíritu Santo, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
- Oración del Enfermo de cáncer: Padre Santo, de la misma manera que has estado entre nosotros muchas veces, a la hora de la dificultad, como en el pasado, continúa bendiciéndonos ahora con tu ayuda y protección. Mira, Señor, con misericordia lo que se está haciendo en provecho mío. Guía con sabiduría al médico y a todos los que cuidan de mis dolencias y necesidades. Préstales tu fuerza curativa, para que me sea devuelta la salud y la fortaleza, si es tu santísima voluntad. Gracias por tu generoso y solícito cuidado. Gracias por escuchar mi humilde súplica y atenderla. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
- Oración Para los Enfermos en fase terminal: ¡Mi Dios, creemos en ti, pero aumenta más nuestra fe! ¡Mi Dios, creemos en ti, pero socorre la debilidad de nuestra fe! ¡Creemos, mi Dios, que eres nuestro Padre y nosotros somos tus hijos! ¡Creemos que nos amas con un amor eterno y que tienes grabado nuestro nombre sobre la palma de tu mano! ¡Creemos en tu amor gratuito, sin condiciones, por todos los hombres! ¡Creemos en tu infinita ternura y en tu misericordia sin límites! Amén.
- Oración para Enfermos moribundos: ¡Creemos, Señor Jesús, que has pasado de este mundo al Padre, para prepararnos un lugar y hacernos estar donde tú estás! ¡Creemos que después de la muerte contemplaremos directamente tu rostro y, en ti, nuestra alegría será perfecta! ¡Creemos que has creado para nosotros una mirada para otra Luz! ¡Creemos que cerca de ti nuestra vida se alimentará de tu plenitud! ¡Creemos que en el cielo seremos semejantes a ti, que tu santidad será la nuestra, que tu plenitud será la nuestra, que tu belleza será la nuestra! ¡Creemos, mi Dios y Señor, que el bien es más fuerte que el mal, que el sufrimiento es más fuerte que el pecado, que la luz es más fuerte que las tinieblas, que la esperanza es más fuerte que la desesperación, que el amor es más fuerte que la muerte! Amén.
- Oración de los Enfermos de Alzheimer: Oren por nosotros, nosotros fuimos como ustedes. Sean amables y cariñosos con nosotros, trátennos bien como nosotros los hubiéramos tratado. ¿Recuerdan que una vez fuimos padres y esposos? Nosotros teníamos una vida y un sueño para el futuro. Háblennos, los oímos, incluso si no entendemos lo que están diciendo. Háblennos de las cosas de nuestro pasado, de las cuales todavía se pueden relacionar. Sean considerados con nosotros, nuestros días son una lucha. Piensen en nuestros sentimientos, porque todavía los tenemos, y podemos sentir dolor. Trátennos con respeto porque nosotros los hubiéramos tratado de esa manera. Piensen en cómo éramos nosotros antes de que llegara la enfermedad de Alzheimer, estábamos llenos de vida, nosotros teníamos una vida, los hicimos reír y los amamos. Piensen en cómo estamos ahora. Nuestra enfermedad distorsiona nuestra forma de pensar, nuestros sentimientos y nuestra capacidad de respuesta, pero nosotros aún los amamos, incluso si no podemos expresarlo. Piensen acerca de nuestro futuro porque también tenemos uno. Recordamos que estábamos llenos de esperanza para el futuro al igual que hoy. Piensen en cómo sería tener las cosas bajo llave en su mente y no poder dejarlos salir. Necesitamos que nos entiendan y no nos culpen, por la enfermedad de Alzheimer. Todavía necesitamos de compasión y, sobre todo, todavía necesitamos que nos amen. Manténgannos en sus oraciones porque estamos entre la vida y la muerte. El amor les hará ser una bendición de Dios y viviremos para siempre. Vivan en amor y lo que hagan hoy será recordado siempre en el corazón de los pacientes de Alzheimer. Amén.
- Oración de los Padres Por un bebé Enfermo en Peligro de muerte: Señor Dios Eterno y magnífico en Poder y autoridad, te damos la gloria y la alabanza, porque eres digno de ser alabado por todos los que creemos en tu nombre. Queremos presentarnos ante ti, con este dolor inmenso que tenemos en nuestro pecho, en donde nuestras lágrimas ya no pueden dejar de correr. Dios, ya tú lo sabes, porque eres Todopoderoso y no hay nada que quede oculto de ti; tú conoces a nuestro bebé mucho más que nosotros, pues solamente lo hemos tenido en nuestro corazón y en nuestra vida por unos meses, pero tú lo has tenido en tus pensamientos desde antes de la fundación del mundo. Amén.
- Oración del Enfermo de San Juan Pablo II: Señor, tú conoces mi vida y sabes mi dolor. Has visto mis ojos llorar, mi rostro entristecerse. Mi cuerpo lleno de dolencias y mi alma traspasada por la angustia. Lo mismo que te pasó a ti cuando, camino de la cruz, todos te abandonaron. Hazme comprender tus sufrimientos y, con ellos, el amor que tú nos tienes. Y que yo también aprenda que uniendo mis dolores a los tuyos, tienen un valor redentor por mis hermanos. Ayúdame a sufrir con amor, hasta con alegría. Si no es posible que “pase de mí este cáliz” te pido por todos los que sufren: Por los enfermos como yo, por los pobres, los abandonados, los desvalidos, los que no tienen cariño ni comprensión y se sienten solos. Señor, haz que estas dolencias que me aquejan me purifiquen, me hagan más humano, me transformen y me acerque más a ti. Amén.
1- Creo Dios mío, que estoy en tu presencia, que me miras y escuchas mis oraciones. Tú eres infinitamente grande y santo: yo te adoro. Tú me lo has dado todo: yo te doy gracias. Tú has sido ofendido por mí: yo te pido perdón de todo corazón. Tú eres la misericordia infinita: yo te pido todas las gracias que consideres útiles para mí. (Beato Santiago Alberione)
2- Señor Jesús, por el amor que tienes a los hombres y mujeres, noche y día llamas y recibes a los que te visitan. Te adoro desde el abismo de mi nada. Te agradezco el favor de haberme dado tu persona en este sacramento y la oportunidad de poderte visitar. Te saludo, Señor, por tres motivos: el primero, en acción de gracias por este don precioso; el segundo, para compensar las desatenciones que recibes, y el tercero, porque, en este encuentro, te deseo adorar en todas las Iglesias donde esperas que también te visiten. (San Alfonso María de Ligorio)
3- Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. Oh buen Jesús, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me separe de ti. Del enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
4- Tú sabes, Dios mío, que nunca he deseado más que amarte, pues no codicio otra gloria. Tu amor me preparó desde mi infancia, conmigo creció, y ahora se ha convertido en un abismo cuya profundidad no sé calcular. El amor atrae amor. Para amarte como tú me amas, tendría que echar mano de tu propio amor. Jesús mío, tal vez sea ilusión, pero me parece que no puedes llenar un ser humano de más amor, por eso me atrevo a pedirte que yo pueda “amar a los que me diste, como tú me has amado”. Si un día, en el cielo, descubro que los amaste más que a mí, me alegraré por eso, porque desde ya reconozco que ellos, más que yo, merecen tu amor. En la tierra, sin embargo, no puedo concebir mayor inmensidad de amor que aquel que me has concedido gratuitamente, sin ningún mérito de mi parte. (Santa Teresita)
5- Acepta, Trinidad santísima, este sacrificio realizado una vez en el Calvario; y que ahora Jesucristo renueva en este altar trámite tu sacerdote. Yo me uno a las intenciones de Jesucristo, sacerdote y víctima, para ofrecerlo a gloria tuya por la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo, con él y en él quiero adorar tu eterna Majestad; agradecer tu inmensa bondad; satisfacer tu justicia ofendida; y suplicar tu misericordia por la Iglesia, por mis seres queridos y por mí, especialmente para obtener... (se recuerda la gracia y el propósito). Meditaré las verdades que Jesucristo me enseña; pasaré por este camino para poder llegar a ti; me uniré a él para vivir de amor cada día de mi existencia (Beato Santiago Alberione).
6- Jesús mío, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y te deseo dentro de mí. Como ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón...(algunos instantes de pausa). Te abrazo y me uno a ti; no permitas que me separare de ti.
- Dulce Jesús, Redentor del género humano, pon tu mirada sobre nosotros, postrados ante tu altar. Somos y queremos ser tuyos; y, para que podamos vivir más íntimamente unidos a ti, cada uno de nosotros, en este día, se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón. Hay muchos que no te han conocido, muchos que han despreciado tus mandamientos y otros tantos que han renegado de ti, ten piedad de unos y de otros y atráelos a tu Sagrado Corazón. Señor, sé el rey no sólo de los fieles que nunca se han alejado de ti, sino también de los hijos pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan, cuanto antes, a la casa paterna, para que no perezcan de miseria y de hambre. Sé el rey de los que viven ilusionados en el error, o separados de ti por la discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que, en breve, haya un solo rebaño y un solo pastor. Señor, conserva incólume a tu Iglesia y dale libertad segura y sin penas; concede orden y paz a todos los pueblos; haz que, de un extremo al otro del mundo, resuene una sola voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, que nos trajo la salvación! Honra y gloria a Él por todos los siglos. Amén.
- Ábreme tu Sagrado Corazón, oh Jesús, muéstrame sus encantos, úneme a Él para siempre. Que todos los movimientos y palpitaciones de mi corazón, aun durante el sueño, sean un testimonio de mi amor y te digan sin cesar: “Sí, Señor Jesús, te adoro… Acepta el poco bien que realizo… Concédeme reparar el mal cometido…”, para alabarte en el tiempo y bendecirte por la eternidad. Amén.
Papa Pío I
- Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo; tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
Secuencia de Pentecostés
- Ven, Espíritu Creador: ven, Creador, Espíritu amoroso, ven y visita el alma que a ti clama y con tu soberana gracia inflama los pechos que creaste poderoso. Tú que abogado fiel, eres llamado, del Altísimo don, perenne fuente de vida eterna, caridad ferviente, espiritual unción, fuego sagrado. Tú te infundes al alma en siete dones, fiel promesa del Padre soberano; tú eres el dedo de su diestra mano, tú nos dictas palabras y razones. Ilustra con tu luz nuestros sentidos, del corazón ahuyenta la tibieza, haznos vencer la corporal flaqueza, en tu eterna virtud fortalecidos. Por ti, nuestro enemigo desterrado, gocemos de paz santa duradera, y, siendo nuestro guía en la carrera, todo daño evitemos y pecado. Por ti al eterno Padre conozcamos, y al Hijo, soberano omnipotente, y a ti, Espíritu, de ambos procedente, con viva fe y amor siempre creamos. Amén.
- Oh Espíritu Santo, dame un corazón grande, abierto a tu silenciosa y fuerte palabra inspiradora; cerrado a toda ambición mezquina; ajeno a cualquier despreciable competencia humana; compenetrado del sentido de la Santa Iglesia. Un corazón grande, deseoso de hacerse semejante al Corazón del Señor Jesús. Un corazón grande y fuerte para amar a todos, servir a todos, sufrir por todos. Un corazón grande y fuerte para superar todas las pruebas, todo tedio, todo cansancio, toda desilusión y toda ofensa. Un corazón grande, fuerte y constante hasta el sacrificio, cuando sea necesario. Un corazón cuya felicidad sea palpitar con el Corazón de Cristo y cumplir humilde, fiel y virilmente la voluntad divina. Amén.
Papa Pablo VI Oraciones al Espíritu Santo
- Oh Espíritu, abogado, luz de los corazones y Padre de los pobres, amor de Dios y Santificador de la Iglesia… Dame a beber el agua de tus dones. Mi alma es tierra seca que no produce más que espinas y abrojos. Oh fuente de agua viva, inúndame con tu caudal. No permitas que beba aguas contaminadas. Riega mi corazón en tiempo de sequía. Que el tedio no sofoque ni mate la vida que me infundes. Ven, Espíritu Santo, y lléname de tus dones.
San Alfonso María de Ligorio
- Para pedir la sanación al Espíritu Santo: ¡Santo Espíritu! Por intercesión de la Reina de Pentecostés sana mi mente de la irreflexión, la ignorancia, el olvido, los prejuicios, los errores; engendra en mí la sabiduría, Jesucristo Verdad. Sana mi corazón de la indiferencia, la desconfianza, las malas inclinaciones, las pasiones, los sentimentalismos, y engendra en mí los gustos, los sentimientos, las inclinaciones de Jesús Vida. Sana mi voluntad de la pereza, la ligereza, la inconstancia, la desidia, la obstinación, los malos hábitos y engendra en mí a Jesucristo Camino, el amor nuevo a todo lo que Jesucristo ama y al mismo Jesucristo. Eleva sobrenaturalmente: la inteligencia con el don de entendimiento; mi saber, con el don de sabiduría; el conocimiento, con el don de ciencia; la prudencia, con el don de consejo; la justicia, con el don de piedad; la fortaleza, con el don de fortaleza espiritual; la templanza, con el amor de Dios. Amén.
- Para pedir la inspiración del Espíritu Santo: Oh Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir y cómo debo decirlo, lo que debo callar, lo que debo escribir, cómo debo actuar, y lo que debo hacer para obtener tu gloria, el bien de las personas y mi propia santificación. Amén.
Cardenal Verdier
- Luces del Espíritu: ¿Quién eres tú, luz que me llena e ilumina la oscuridad de mi corazón? Tú me guías, igual que la mano de una madre, de la cual, si me suelto, no sabría ya dar ni un paso. Tú eres el lugar que rodea mi ser y me acoge. Si salgo de ti, me hundo en el abismo de la nada, de donde tú sacaste mi ser. Tú estás más cerca de mí, que yo mismo, y eres más íntimo que mi interior, pero sigues intangible e incomprensible, arrebatando cuanto existe, Santo Espíritu, Eterno Amor.
Edith Stein
- La voz del Espíritu:
Te alabamos y te agradecemos, glorioso Señor Jesucristo, porque estás presente en medio de nosotros y en nosotros; en nosotros alabas al Padre con perfección, con la voz del Espíritu que nos concediste. Te suplicamos que esta voz del Espíritu se active en nosotros por la escucha de la palabra de la Escritura, de manera digna, justa, conveniente al significado del texto, proporcional a las cosas que se nos manifiestan y pronta a reconocer en nosotros las afinidades con la enseñanza y el ejemplo que se nos propone. Tú que eres Dios y vives y reinas por todos los siglos de los siglos.
Cardenal Martini
- Envíame el Espíritu Santo, oh Señor, para que me haga conocer quién soy yo y quién eres tú.
San Juan María Vianney
- Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor.
Ritual de la Confirmación
- Espíritu y amor eterno: Espíritu Santo, espíritu del Padre y del Hijo, que de ellos procedes en unidad de origen y los unes el uno al otro, en unidad de amor y de espíritu; espíritu y amor eterno, que existes personalmente en la divinidad y divinamente encierras las emanaciones eternas; te adoro y te agradezco por aquella santa y admirable acción por la cual realizaste el sagrado misterio de la Encarnación. Tú eres en la Santísima Trinidad el vínculo sagrado entre las divinas Personas y, en la Encarnación, unes una Persona divina a una naturaleza humana.
Tú das al Verbo, en el seno de su madre, una nueva naturaleza, revistiéndolo de nuestra humanidad. Oh, Espíritu Santo, Tú eres Espíritu de amor y sobre la tierra realizas aquella obra de amor, aquella unión divina, aquella alianza incomparable que une la tierra con el cielo, el ser creado con el increado y a Dios con el hombre, con una unión tan estrecha que de ella resulta para siempre un Dios hombre y un hombre Dios.
Pedro de Bérulle
- Espíritu del Padre y del Hijo, ven. Espíritu de amor, ven. Espíritu de infancia, de paz, de confianza y de alegría, ven. Júbilo secreto, que brilla a través de las lágrimas del mundo, ven. Vida más fuerte que toda nuestra muerte, ven. Padre de los pobres y abogado de los oprimidos, ven. Luz de eterna verdad y amor derramado en los corazones, ven. Ven, renueva y extiende tu visita en nosotros. En ti ponemos nuestra confianza. Te amamos a ti, que eres el amor. Tenemos a Dios por Padre, porque dentro de nosotros tú clamas: “Abba, Padre amantísimo”. Habita en nosotros. No nos abandones en la dura lucha de la vida y, cuando llegue a su fin y estemos solos, ven, Espíritu Santo.
Karl Rahner
- Santo, Santo, Santo: Espíritu Santo, divino Paráclito, Padre de los pobres, consolador de los afligidos, santificador de las almas, heme aquí postrado en tu presencia. Te adoro con la más profunda humildad, y repito mil veces con los serafines que están delante de tu trono: Santo, santo, santo. Creo firmemente que eres eterno, consustancial al Padre y al Hijo. Espero que, por tu bondad, santifique mi alma. Te amo, Dios de amor. Te amo más que a todo en el mundo. Te amo con todas mis fuerzas porque eres la bondad infinita que sólo merece todo el amor. Y ya que, insensible a todas tus santas inspiraciones, he sido tan ingrato, ofendiéndote con tantos pecados, te pido perdón y me arrepiento mucho de haberte ofendido, mí sumo bien. Te ofrezco mi corazón, tan frío, y te suplico que lo penetres con un rayo de tu luz y con una centella de Oraciones al Espíritu Santo tu fuego, para derretir el hielo, tan resistente, de mi iniquidad.
San Alfonso María de Ligorio
- Invocaciones al Espíritu:
Ven, luz verdadera. Ven, vida eterna. Ven, misterio escondido. Ven, tesoro inefable. Ven, realidad indecible. Ven, persona insondable. Ven, alegría perenne. Ven, expectativa verdadera de cuantos serán saciados. Ven, auxilio de los caídos. Ven, resurrección de los muertos. Ven, oh poderoso, que realizas siempre estas cosas, cambias y transformas sólo con quererlo. Ven, invisible y enteramente intangible e impalpable. Ven, alegría eterna. Ven, corona inmarcesible. Ven, púrpura de nuestro gran Dios y Rey. Ven, cinturón cristalino y de piedras preciosas. Ven, tú, a quien ha deseado y desea mi alma mísera. Ven, único para quien está solo, y yo estoy solo, tú lo ves. Ven, tú, que me separaste de todo y me dejaste solo sobre la tierra. Ven, tú, que te hiciste deseo en mí e hiciste que te deseara. Ven, aliento de mi vida. Ven, consuelo de mi pobre alma. Ven, alegría, gloria y delicia sin fin. Te agradezco, porque te has transformado en un solo espíritu conmigo: sin confusión, sin variación ni cambio, tú, que eres Dios, por encima de todo.
Simeón, el Nuevo Teólogo
- Oh, Espíritu Santo, te pedimos por nosotros y por todos. Oh, Espíritu de vida, aquí no faltan fuerzas, educación o prudencia. No, hasta tenemos en abundancia. Lo que necesitamos es que nos quites la fuerza que nos lleva a la perdición: tómala y danos la vida. Ciertamente el hombre experimenta un escalofrío mortal, cuando tú, para convertirte en su fuerza espiritual lo privas de su fuerza natural. Oh, si las mismas criaturas irracionales comprenden, finalmente, el bien que les viene después, cuando el cochero real toma las riendas en sus manos, de lo que ahora los hace temblar en un movimiento de rebelión. ¿No podría el hombre entender qué beneficio le haces cuando le quitas la fuerza y le regalas el don de la vida?
Soren Kierkegaard
- Consagración al Espíritu Santo:
Espíritu Santo, amor sustancial del Padre y del Hijo. Amor increado, que habitas en las almas justas, ven sobre mí como un nuevo Pentecostés, trayéndome la abundancia de tus dones, de tus frutos y de tu gracia, y únete a mí como Esposo dulcísimo de mi alma. Me consagro enteramente a ti: invádeme, tómame, poséeme toda. Sé luz penetrante que ilumine mi inteligencia, moción suave que atraiga y dirija mi voluntad, fuerza sobrenatural que dé vigor a mi cuerpo. Completa en mí tu obra de purificación, de santificación y de amor. Hazme pura, transparente, simple y verdadera; libre, pacífica y suave; tranquila y serena, incluso en el dolor; ardiente de amor a Dios y al prójimo.
Hermana Carmela del Espíritu Santo
- Espíritu Santo, que procedes inefablemente del Padre y, mediante el Hijo, habitas en los que creen. Espíritu de vida e inteligencia, Espíritu de santidad y perfección, Espíritu bueno y sabio, que amas a los hombres y mujeres, dulce y glorioso, que nutres y sacias la sed, que tienes misericordia, iluminas y das fuerza; Espíritu divino de paciencia, Espíritu que comunicas júbilo, alegría, moderación, sabiduría, conocimiento, mansedumbre, olvido del mal sufrido, libertad de las preocupaciones terrenas, visiones del cielo; tú que ahuyentas la negligencia y el ocio y expulsas la maldad; Espíritu que revelas los misterios, prenda del reino de los cielos, fuente de la profecía, vaso de enseñanza; Tú, que quitas el pecado, sé la puerta de la penitencia, y –cual portero– muestra la entrada a quien combate. Espíritu de deseo y que engendras el deseo, ven, habita y permanece en nosotros, sin separarte, sin dividirte, santificando, transformando e iluminando nuestros corazones, como consustancial y glorificado con el Hijo y el Padre, haciendo dioses a quienes te acogen, y apagando todo pecado, y trayendo contigo, en tu venida, toda virtud, no de fuera, sino siendo tú mismo toda buena realidad: porque aquellos en quienes haces tú morada, tienen sustancialmente en sí mismos todo el bien.
Simeón, el Nuevo Teólogo
Espíritu Santo, una vez que deseo tu venida, te suplico que realices en mí tres cosas. Con tu amor hazme fuerte contra el mal y disponme para todo bien. Libérame de todo temor humano y haz que, por amor a Dios, acoja con alegría toda adversidad. Te pido también que me concedas el perdón de mis pecados. Concédeme que, consumiéndome por el fuego del amor divino, me sumerja por entero en Dios y, en esta feliz unión, me haga semejante a Él. Espíritu Santo, embriágame con el vino de tu amor, que me haga olvidar de mí mismo(a) y despreciar toda honra y ventaja que no tengan en la mira la gloria de Dios. Llena mi corazón de tu suavidad, de modo que ninguna alegría, ningún placer terreno puedan satisfacerme nunca. Inflámame con el amor de las cosas celestes y espirituales, de modo que aspire a Dios con todo el corazón y no tema ya a la muerte ni a ningún sufrimiento.
Santa Matilde
- Creo en ti, espíritu Santo:
Creo en ti, Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que te cernías sobre las aguas de la primera creación y descendiste sobre la Virgen acogedora y sobre las aguas de la nueva creación. Tú eres el vínculo del amor eterno, la unidad y la paz del amado y el amante, en el diálogo eterno del amor. Tú eres el éxtasis y el don de Dios, aquel en quien el amor infinito se abre en la libertad, para suscitar y contagiar amor.
Bruno Forte
- Templo del Espíritu Santo: Tú supiste acoger al Espíritu Santo con corazón abierto; lo acogiste con fe porque creíste en su acción maravillosa en tu seno. Lo acogiste entregándole todo tu ser, confiándote al poder de su amor; lo acogiste colaborando activamente con Él en el amor de la encarnación redentora. No cesaste nunca de acogerlo durante toda tu vida, escuchando su voz misteriosa y siguiendo todas sus sugerencias. Enséñanos también a recibirlo con la misma disposición de apertura.
Ayúdanos a escucharlo en lo íntimo del corazón, y a acoger sus inspiraciones y sus consejos. Muéstranos el camino de la docilidad a su enseñanza y cooperación con su obra. Con tu ejemplo, también nosotros queremos recibir con plenitud al Espíritu Santo y no desperdiciar nada de su venida dentro de nosotros. Reaviva nuestro deseo de recibir todo lo que Él quiere darnos y comunícanos la alegría que tú experimentaste al dejar al Espíritu Santo la libertad de tomar todo, de invadir todo con su amor.
Jean Galot
- Contemplar al Espíritu:
María, tú, que eres la mujer de la reconciliación, guíanos por los caminos de la verdad, haznos capaces de dar aquello que hemos recibido gratuitamente, ayúdanos a contemplar el camino que el Espíritu de tu Hijo Jesús hace recorrer a nuestra Iglesia, pon en nuestro corazón y en nuestros labios un himno de gratitud y alabanza al Padre, de quien todo procede y a quien todo retorna.
Cardenal Martini
- Oración a San Miguel Arcángel: San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, como rendidamente se lo suplicamos; y tú, príncipe de la milicia celestial, armado del poder divino, precipita al inferno a Satanás y a todos los espíritus malignos, que para perdición de las almas andan por el mundo. Amén.
- Oración a San Rafael Arcángel: Glorioso arcángel san Rafael, gran príncipe de la corte celeste, ilustre por tus dones de sabiduría y gracia, guía de los que viajan por tierra y mar, consuelo de los miserables y refugio de los pecadores, te suplico que me asistas en todas mis necesidades y penas de esta vida, como socorriste al joven Tobías en sus peregrinaciones. Ya que eres el remedio de Dios, te pido humildemente que cures mi alma de sus numerosas enfermedades, y mi cuerpo de los males que lo afligen, si ésta es la gracia que me conviene. Te pido en particular una pureza angelical, para merecer así ser el templo vivo del Espíritu Santo.
- Oración a San Gabriel Arcángel:
Oh glorioso arcángel san Gabriel, llamado “fortaleza de Dios”, príncipe nobilísimo entre los espíritus celestiales, que mereciste ser escogido por el Altísimo para anunciar a la Virgen María la encarnación del Verbo Divino en su seno purísimo, ruega a Dios por nosotros, pecadores, para que, conociendo y adorando ese misterio inefable, en la tierra, podamos disfrutar de los beneficios de la redención para siempre, en la gloria celestial. Amén.
- El Ángel de la guarda:
Oh santo ángel de mi guarda, a cuya protección con admirable providencia me encomendó el Altísimo desde el primer instante de mi vida, te doy gracias por los cuidados que has tenido conmigo y por haberme librado de tantos peligros espirituales y corporales. A ti me encomiendo de nuevo, mi glorioso protector. Defiéndeme de los peligros y ayúdame con tus santas inspiraciones, para que, siendo fiel a ellas, logre vivir santamente en este mundo y gozar luego de tu compañía en la patria celestial. Amén.
- El Ángel de la guarda:
¡Cuánto te debo, oh mi buen ángel, por las luces que me has comunicado! No siempre te obedecí. Sigue iluminándome; repréndeme cuando caiga, y no me abandones ni en el último momento de mi vida. Santo Ángel, cuántas veces te obligué, por mis pecados, a tapar tu rostro. Te pido perdón, y te suplico que intercedas por mí ante el Señor, porque estoy resuelto a no disgustar más a Dios ni a ti, por mis faltas. Te agradezco, oh príncipe del paraíso, que me hayas asistido durante tantos años. Yo me olvidé de ti, pero tú nunca dejaste de pensar en mí. Ignoro el camino que aún me queda por recorrer antes de entrar en la eternidad: mi cariñoso guarda, consérvame en el camino del cielo, y no dejes de auxiliarme hasta que me veas como compañero tuyo en el reino de los escogidos. Amén.
- Señor Jesucristo, que, viviendo con María, tu Madre, y con San José, tu padre adoptivo, santificaste la familia humana. Vive también en nuestro hogar, para constituir así una pequeña Iglesia formada, por la vida de fe y oración, el amor al Padre y a los hermanos, la unión en el trabajo, el respeto a la santidad del matrimonio y la esperanza en la vida eterna. Tu vida divina, alimentada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía y en tu Palabra, nos anime a hacer el bien a todos, en especial a los pobres y necesitados. Que, en profunda comunión de vida, nos amemos de verdad, perdonándonos cuando sea necesario, con un amor generoso, sincero y constante. Aleja de nuestros hogares, Señor Jesús, el pecado de la infidelidad, el amor libre, el divorcio, el aborto, el egoísmo, la desunión y toda influencia del mal y del demonio. Despierta en nuestras familias vocaciones para el servicio y el ministerio de los hermanos, en especial, vocaciones sacerdotales y religiosas. Que nuestros jóvenes, conscientes y responsables, se preparen dignamente para el santo matrimonio. Señor Jesucristo, finalmente, infunde en nuestras familias valor para la lucha, conformidad en los sufrimientos y alegría en el camino hacia la casa del Padre. Amén.
- Oración del padre:
A veces, Dios mío, me canso de ser papá. Es una responsabilidad muy grande que me confiaste. Pienso seriamente si soy un buen padre… En verdad, Señor, la cruz de la paternidad es muy pesada, y muchas veces, la incomprensión y la ingratitud la hacen aún más pesada. Señor, dame paciencia con mis hijos. Dame prudencia al aconsejarlos. Dame un gran amor para educarlos. Dame lo necesario para sostenerlos. Dame desprendimiento para orientarlos hacia el futuro que tú les has preparado. Dame generosidad para motivarlos si tú los llamas al sacerdocio o a la vida religiosa. Que yo sea un buen esposo y un buen padre, conforme a tu voluntad, durante toda mi vida. Esta es la gracia que suplico y espero de ti, Señor. Amén.
- Oración de la madre:
Señor, dame la sabiduría para educar a mis hijos según tu voluntad, para ver en cada uno de ellos tu imagen, para desarrollar en ellos el amor fraterno, alimentar su deseo de asemejarse a ti y fomentar la vocación que tú les diste. Señor, ayúdame a animar siempre y nunca desalentar, a estos seres que me has confiado; a ser como María, ejemplo de Madre, y a seguir con bondad e inteligencia su propio camino. Señor Jesús, escucha mi oración. Por sobre todo, Señor, te pido que mis hijos permanezcan siempre cerca de ti, no sólo en su peregrinación terrena, sino en los infinitos días de la eternidad. Amén.
- Oración de la madre:
Señor, tú que nos diste en María la perfecta imagen de madre y esposa, y quieres que todas estén a la altura de su misión, bendíceme a mí y a todas las madres del mundo. Haznos fuertes para mantener unidas nuestras familias. Socórrenos en la difícil tarea de educar cristianamente a nuestros hijos. Da a nuestros esposos el valor de la fe y del amor para que, con tu ejemplo y consolados con tu auxilio, sean instrumentos de Jesús y hagan el mundo más justo y mejor. De modo especial, socórrenos en las enfermedades, en el dolor y en todas nuestras necesidades. Danos la fuerza para aceptar cristianamente los sufrimientos y ser imagen de Cristo crucificado. Da a nuestras familias tu alegría, tu paz y tu amor. Amén
- Pidiendo el don de la maternidad:
Señor todopoderoso, Dador de Vida, concédeme el don de la maternidad. Haz también de mí un instrumento de tu creación. Dame la alegría de apretar en mis brazos un hijo(a), y cantar juntos tu gloria. Señor, no me abandones. Escucha mi oración. Haz fecundo mi amor, el mismo que bendijiste el día de mi matrimonio. Por tu gracia, estoy segura que también en mi casa se oirá un alegre llanto de niño, que testimoniará tu amor por la humanidad. Esto deseo y espero, si es tu voluntad. Amén.
- Por una maternidad en peligro:
Señor, tú sabes cuánto pedí también para mí el milagro de la vida, y cuánto me alegré cuando sentí los primeros movimientos y estuve segura de que mi cuerpo se había convertido en templo de una nueva vida. Pero también sabes que ahora la criatura que está dentro de mí corre peligro, y que mi tan esperada gravidez corre el riesgo de interrumpirse. Señor, tú conoces mi expectativa y mi aflicción. No permitas que mi alegría se convierta en llanto. Dios de la vida, no me prives de la alegría de estrechar en mis brazos, un día, un vivo testimonio de tu gran amor. En ti confío y espero. Amén.
- Oración antes del parto:
Alabemos debidamente a Cristo, el Señor, fruto bendito del vientre de María, que por el misterio de su encarnación ha derramado en el mundo la gracia y la benevolencia, y digámosle: Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia. Tú que te dignaste hacerte hombre naciendo de una mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Tú que no desdeñaste el seno de una madre, sino que quisiste que fueran proclamados dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. Tú que en la Virgen María, bendita entre todas las mujeres, dignificaste el sexo femenino. Tú que en la cruz diste como madre de la Iglesia a la misma que habías elegido por madre tuya. Tú que fecundas a la Iglesia con nuevos hijos por el ministerio de las madres, acrecentando la alegría y aumentando el gozo.
- Oración de bendición:
Señor Dios, Creador del género humano, cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, quiso nacer de la Virgen María, para redimir y salvar a los hombres, librándolos de la deuda del antiguo pecado, atiende los deseos de esta hija tuya, que te suplica por el hijo que espera, y concédele un parto feliz; que su hijo se agregue a la comunidad de los fieles, te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
- Oración por la familia:
Que ninguna familia comience en cualquier de repente, que ninguna familia se acabe por falta de amor; la pareja sea el uno en el otro de cuerpo y de mente y que nada en el mundo separe un hogar soñador. Que ninguna familia se albergue debajo del puente y que nadie interfiera en la vida y en la paz de los dos, y que nadie los haga vivir sin ningún horizonte y que puedan vivir sin temer lo que venga después. La familia comience sabiendo por qué y dónde va y que el hombre retrate la gracia de ser un papá, la mujer sea cielo y ternura y afecto y calor y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor. Bendice, oh Señor, las familias, amén. Bendice, oh Señor, la mía también. Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón, que en la cuna los niños aprendan el don de la vida; la familia celebre el milagro del beso y del pan. Que marido y mujer de rodillas contemplen sus hijos y que por ellos encuentren la fuerza de continuar, y que en su firmamento la estrella que tenga más brillo pueda ser la esperanza de paz y certeza de amar.
- Consagración de la familia a María:
Ven, María entra y habita en esta casa que nosotros te ofrecemos y consagramos a ti. Sé bienvenida: te recibimos con alegría de hijos. Somos sumamente indignos; pero tú eres tan bondadosa que gustosamente pones tu morada en tus hijos más indigentes. Te acogemos con el mismo afecto con que Juan te recibió en su casa, después de la muerte de Jesús. Distribuye entre cada uno de nosotros las gracias especiales que necesitamos, como las llevaste a casa de Zacarías. Danos las gracias materiales, como obtuviste el cambio del agua en vino a los esposos de Caná. Manténnos lejos del pecado. Sé instrumento de luz, gozo y santificación como lo fuiste en la familia de Nazaret. Sé para nosotros Madre, Maestra y Reina. Aumenta en nosotros la fe, la esperanza, el amor. Infúndenos el espíritu de oración. Que Jesús, Camino y Verdad y Vida, habite siempre en esta casa. Suscita vocaciones entre nuestros seres queridos. Que todos los miembros de esta familia nos reunamos en el cielo. Amén.
- Consagración del hogar:
Divino Niño Jesús, que bendices y proteges las casas donde se honra tu imagen: Te elegimos hoy para siempre Señor y Dueño de esta casa. Pedimos tu auxilio. Presérvanos de las enfermedades, del fuego, del rayo, de las inundaciones, de los terremotos, de las discordias y de todo peligro. Bendice y protege a las personas que aquí habitan; concédeles paz, una gran fe, verdadero amor a ti y al prójimo, paciencia en las penas, esperanza en la vida eterna, la gracia de no ser arrastradas por los malos ejemplos, el vicio, el pecado. Divino Niño Jesús, bendice nuestro hogar. Amén.
- Oración para pedir la felicidad en el hogar:
Señor, hemos sido tan ciegos. ¡Con cuánta frecuencia hemos dejado que nuestros hogares se dividan sin llamarte en nuestro auxilio! Nuestros hogares, que deberían ser símbolos de vida y amor, casi siempre son tumbas, donde el amor yace enterrado. A días sin alegría, siguen noches de ruina, y la tristeza habita en los corazones de los niños solitarios y sin amor. Jesús, ven de nuevo, habla de nuevo, tócanos y cúranos de nuevo. Nuestros hogares claman por ti. Los padres se están separando, y sus palabras, que una vez expresaban amor, ahora los destruyen y llenan sus vidas de amargura. Ven y derrumba los muros construidos con odio, rabia, celos y corazones endurecidos. Tu poder para amar, soportar y perdonar los inundó en el día de su matrimonio. Derrama de nuevo ahora ese poder sobre sus vidas y deja que los viejos recuerdos traigan nuevas esperanzas. Diles la palabra que encienda su amor, restaure los colores desteñidos y los símbolos gastados de un amor prometido hasta la muerte. Tú vives aquí. Ésta es tu casa. No dejes de actuar en nuestras vidas. Deja tu casa y ven a la nuestra. Entonces todos serán jóvenes de nuevo, todo lo viejo se renovará, y todo lo destruido se restablecerá; la alabanza y la gratitud resonarán en cada corazón.
- Dios Padre nuestro, escucha nuestra oración. Muéstrate misericordioso con todos tus hijos que has llamado de este mundo. Dales la felicidad, la luz y la paz. Que encuentren el perdón tuyo que siempre suplicaron. No dejes que sufran quienes creyeron en ti. Que su vida no se pierda, sino se transforme. Concédeles que, habiendo participado en la muerte de Cristo el Bautismo, participen igualmente de su resurrección. Haz brillar para ellos aquel día en que Cristo resucitará a los muertos, haciendo nuestro pobre cuerpo semejante al suyo glorioso. Señor, acoge a todos nuestros difuntos en el banquete de tu Reino. Nos unimos a ellos, esperando también, un día, saciarnos plenamente de tu gloria, cuando enjugues toda lágrima de nuestros ojos. Entonces, contemplándote cómo eres, seremos para siempre semejantes a ti, y cantaremos juntos sin cesar tus alabanzas. Todo esto te lo pedimos por Cristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, y unidos por el mismo Espíritu Santo. Amén.
- Por los padres fallecidos:
Oh Dios, que mandaste honrar a padre y madre, muéstrate clemente y misericordioso con las almas de mi padre y mi madre. Perdona sus pecados, recompénsalos por todo el bien que hicieron en este mundo y haz que yo pueda, un día, reunirme con ellos, en la alegría y en la luz eterna. Amén.
- Oración por las almas del purgatorio:
Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, concede a las almas de tus siervos la remisión de todos sus pecados, para que obtengan el perdón que siempre desearon; tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Dales, Señor, el descanso eterno. Y brille para ellas la luz perpetua. Que todos nuestros fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
- Señor, lávame por completo:
Señor Jesús, amor nuestro, manifiesta tu presencia en medio de nosotros. Haz que nos acerquemos a tu mesa, no como Judas, que pensaba en sus treinta monedas, sino como Pedro, que te dijo: ¡Señor, lávame por completo! Lava mis pies, mi rostro y todo mi cuerpo, purifica mis amores egoístas, y hazme capaz de un amor verdadero. Haz de mí un signo de unidad en tu Iglesia. Hazme un instrumento de tu paz en el mundo.
Cardenal Martini
- Oración para conseguir la paz del espíritu:
Señor Jesús, por tu aceptación voluntaria de los sufrimientos en la cruz y por tu resurrección, trajiste la paz al mundo. Que tu paz permanezca en mí, para que, por los signos de tu paz, todos sepan que eres el Hijo de Dios. Que mi espíritu descanse sólo en ti, en quien puedo encontrar la verdadera paz. Concédeme, Señor, la gracia de poder encontrar siempre mi alegría y mi felicidad en ti, y así, todos los pensamientos deprimentes y angustiosos. Confiado en tu bondad y misericordia, creo que tú estás siempre a mi lado; concédeme la gracia de perseverar en mi fe y permanecer en tu amor. Amén.
Adriano Backx
- ¡Y líbranos de nosotros mismos!:
Señor, enséñanos a no amarnos sólo a nosotros mismos o a los nuestros. Enséñanos también a pensar en los demás y a amar primero a aquellos a quienes nadie ama. Señor, haznos sensibles a los sufrimientos de los demás. Danos la gracia de comprender que, a cada instante, mientras somos felices, millones de seres humanos, hijos tuyos y hermanos nuestros, están condenados a morir de hambre y frío por culpa de nuestro cruel egoísmo. No permitas más, Señor, que seamos felices solos. Danos la gracia de sentir la angustia de la miseria universal y ¡líbranos de nosotros mismos!
Raúl Foullereau
- Oración a la Divina Misericordia:
Postrado, ante tus pies, humildemente, vengo a pedirte, dulce Jesús mío, poderte repetir constantemente: “Jesús misericordioso, en ti confío”. Si la confianza es prueba de ternura, esta prueba de amor darte yo ansío; aun cuando esté sumido en amargura, Jesús misericordioso, en ti confío. En las horas más tristes de mi vida, cuando todos me dejen, ¡oh, Dios mío!, y el alma esté por penas combatida, Jesús misericordioso en ti confío. Amén.
Oración en la soledad:
Oh, Jesús, que fuiste abandonado por todos tus discípulos, que subiste solo el monte Calvario te despreciaban, mira, te suplicamos, nuestra soledad. Sólo tú puedes crear en nosotros el espíritu y la fuerza de la comunión. Concédenos, Jesús, un aumento de solidaridad, de atención y de escucha recíproca. María, tú que estuviste junto a la cruz de Jesús, entra en aquellas casas donde reina la soledad y hazlas un poco más felices, visita a los enfermos, acércate a los que no tienen techo, a los encarcelados, y dales esperanza; y haz de cada uno de nosotros un testigo fiel de esta esperanza. Amén.
Cardenal Martini
Oración de abandono:
Padre, me pongo en tus manos; haz de mí lo que quieras. Sea lo que sea, te agradezco. Estoy dispuesto a todo, acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy, Padre, con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos, sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre.
Charles de Foucauld
Confiar en Dios:
Nada te turbe nada te espante; todo se pasa Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta…
Santa Teresa de Jesús
- Oración de Alabanza:
Señor, toda la creación me invita a alabarte y a reconocerte como la bondad y la belleza. Tú me hablas a través de las cosas, con palabras que entiendo claramente.
Permite que te cante con el lenguaje del mar y de los ríos, de los valles, de los montes y de los árboles. Déjame decirte con las criaturas del cielo y de la tierra: Señor, aquí me tienes. Haz de mí lo que quieras. Hazme entender cómo debo agradarte, porque a todo estoy dispuesto para darte gloria.
San Alfonso María de Ligorio
- Acto de Adoración:
Te adoro presente en mi corazón, oh Verbo encarnado, Hijo unigénito y esplendor del Padre, nacido de María. Te doy gracias, oh Maestro único y Verdad por esencia, por haberte dignado venir a mí, ignorante y pecador. Te ofrezco con María al Padre: por ti, contigo y en ti eternamente se le alabe, agradezca y suplique por la paz de los hombres. Ilumina mi mente, haz que sea discípulo dócil a la Iglesia, que viva de fe, tenga la inteligencia de las Escrituras, sea tu ardiente apóstol. Haz que la luz de tu Evangelio resplandezca, oh Maestro divino, hasta los confines del mundo.
SALMO 8
Escucha mis palabras, Señor,
Atiende a mi gemido,
Oye la voz de mi lamento,
Rey mío y Dios mío.
A ti, Señor, te invoco;
De mañana me escuchas,
De mañana me dirijo a ti
Y me quedo esperando.
Tú no eres un Dios
Que se complace en la injusticia,
El malvado no puede ser tu huésped.
Los soberbios no resisten delante de tus ojos,
Aborreces a todos los malhechores,
Llevas a la ruina a los mentirosos,
Al hombre explotador y fraudulento
El Señor lo detesta.
SALMO 31
A ti, Señor, me acojo;
Que jamás quede yo defraudado;
Libérame, pues tú eres justo;
Atiéndeme, ven corriendo a salvarme;
Sé tú mi roca de refugio,
La fortaleza de mi salvación;
Ya que eres tú mi roca y mi fortaleza,
Por el honor de tu nombre,
Condúceme y guíame;
Sácame de la red que me han tendido,
Pues tú eres mi refugio.
SALMO 33
Justos, alaben al Señor,
La alabanza es propia de los rectos;
Den gracias al Señor con la cítara,
Toquen en su honor con el arpa de diez cuerdas;
Cántenle un cántico nuevo,
Den un buen concierto de instrumentos y voces
Pues la Palabra del Señor es eficaz,
Y sus obras demuestran su lealtad;
Él ama la justicia y el derecho,
La tierra está llena del amor del Señor.
SALMO 34
En tus manos encomiendo mi espíritu;
Tú me rescatarás, Señor, Dios verdadero.
Bendeciré al Señor a toda hora,
Su alabanza estará siempre en mi boca;
Mi alma se gloría en el Señor,
Que lo oigan los pobres y se alegren;
Alaben conmigo la grandeza del Señor,
Ensalcemos su nombre todos juntos.
Busqué al Señor y Él me escuchó
Y me libró de todos mis temores.
Los que miran hacia Él quedan radiantes
Y su rostro no se sonroja más.
Un mísero gritó; el Señor lo escuchó
Y lo libró de todas sus angustias;
El ángel del Señor acampa
En torno a sus fieles y los salva.
Gusten y vean qué bueno es el Señor,
Dichoso el hombre que se refugia en él;
Teman al Señor, ustedes, santos suyos
Nada les falta a aquellos que le temen;
Los ricos caen en la miseria y pasan hambre,
Pero a los que buscan al Señor, nada les falta.
SALMO 54
Oh Dios, sálvame
Por tu nombre, por tu poder hazme justicia.
Oh Dios escucha mi oración,
Atiende a las palabras de mi boca,
Pues se ha alzado contra mí una gente extraña,
Unos tiranos me persiguen a muerte,
Y para ellos Dios no cuenta nada.
Pero Dios viene en mi auxilio,
El Señor es el único apoyo de mi vida;
Te ofreceré sacrificios de todo corazón
Y ensalzaré tu nombre, Señor,
Porque eres bueno,
Porque me has librado de todas mis angustias
Y he visto la derrota de mis enemigos.
SALMO 69
Sálvame, Dios mío,
Que las aguas me llegan hasta el cuello;
Me hundo en cenagal sin fondo
Y no puedo hacer pie;
He llegado hasta el fondo del agua
Y me arrastra la corriente.
Estoy extenuado de gritar
Y totalmente ronco;
Mis ojos se han consumido
De esperar a mi Dios.
Oh Dios, tú sabes mi locura,
No se te ocultan mis delitos;
Señor omnipotente,
Que yo no sea la vergüenza
De los que en ti confían,
Que no sea el deshonor
De los que a ti te buscan,
Oh Dios de Israel.
SALMO 90
Tú has sido, Señor,
Nuestro refugio por todas las edades.
Antes que surgieran las montañas,
Antes que la tierra y el mundo engendraran,
Desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Tú haces volver al polvo a los mortales,
Pues tú has dicho: “Vuelvan, hijos de Adán”.
Mil años para ti son como el ayer que ya pasó,
Como un turno de la vigilia de la noche.
Los arrebatas como un sueño mañanero,
Son semejantes a la hierba que brota:
Sale y florece a la mañana,
Y a la tarde se marchita y se seca.
Estamos consumidos por tu ira,
Consternados por tu indignación.
Has puesto nuestras faltas ante ti,
Nuestras culpas secretas a la luz de tu rostro.
SALMO 91
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
A la sombra del Todopoderoso,
Dile al Señor: mi amparo, mi refugio;
En ti, mi Dios, yo pongo mi confianza.
No temerás los miedos de la noche
Ni la flecha disparada de día,
Ni la peste que avanza en las tinieblas,
Ni la plaga que azota a pleno sol.
Aunque caigan mil hombres a tu lado
Y diez mil a tu diestra,
Tú permaneces fuera de peligro;
Su lealtad te escuda y te protege.
No podrá la desgracia dominarte
Ni la plaga acercarse a tu morada,
Pues ha dado a sus ángeles la orden
De protegerte en todos tus caminos.
“Pues a mí se acogió, lo libraré,
Lo protegeré, pues mi nombre conoció.
Me llamará, yo le responderé
Y estaré con él en la desgracia.
Lo salvaré y lo enalteceré.
Lo saciaré de días numerosos
Y haré que pueda ver mi salvación”.
SALMO 105
Den gracias al Señor,
Invoquen su nombre,
Publiquen entre los pueblos sus proezas;
Canten, entonen himnos en su honor,
Digan a las gentes sus milagros;
Estén orgullosos de su santo nombre,
Alégrense los que buscan al Señor.
Recurran al Señor y a su poder,
Busquen siempre su rostro.
Recuerden los milagros que hizo,
Sus prodigios y las leyes que salieron de su boca,
Raza de Abrahán, su siervo,
Hijos de Jacob, su elegido.
Sus leyes rigen en el mundo entero.
SALMO 113
Siervos del Señor alábenlo,
Alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor
Desde ahora y por siempre;
Desde que sale el sol y hasta el ocaso,
Alabado sea el nombre del Señor.
El Señor domina sobre las naciones,
Su gloria por encima de los cielos.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,
Que se sienta en lo alto,
Y se rebaja para ver los cielos y la tierra?
Él levanta del polvo al indigente
Y saca al pobre de la miseria,
Para sentarlo con los príncipes,
Con los príncipes de su pueblo.
Instala a la estéril en su casa,
Madre gozosa de toda la familia.
SALMO 150
Alaben al Señor en su santuario,
Alábenlo en su majestuoso firmamento,
Alábenlo por sus grandes hazañas,
Alábenlo por su inmensa grandeza,
Alábenlo al son de las trompetas,
Alábenlo con la cítara y el arpa,
Alábenlo con danzas y tambores,
Alábenlo con cuerdas y flautas,
Alábenlo con címbalos sonoros,
Alábenlo con címbalos vibrantes.
Que alabe al Señor todo cuanto vive. ¡Aleluya!
- Oración del niño:
Dios mío, te agradezco el don de la vida. Tengo un día más. Quiero usar bien este regalo que me das. Dios mío, te ofrezco todo este día. Te ofrezco mis trabajos y mis juegos. Cuida de mí para que no haga nada que te entristezca.
Flávio Castro
- Oración del niño(a):
Jesús, te amo. Gracias por la vida. Gracias por mis padres y por todas las personas que están cerca de mí. Jesús, estoy creciendo, pero no sólo quiero tener un cuerpo hermoso y fuerte, sino también crecer por dentro, y tener un corazón lleno de bondad. Jesús, ayúdame a ser feliz, a no tener miedo de ser sincero. Quiero crecer con alegría y hacer a mucha gente feliz con mi existencia. Jesús, te amo de todo corazón, y quiero amar a todos como tú me amas. Amén.
- Oración del niño (a):
Padre bueno del cielo, permanece siempre junto a mí. Haz que yo te ame cada vez más. Que mi corazón de niño sea puro y que en él no haya lugar para la ira. Que mis ojos estén vueltos sólo hacia el bien. No permitas que de mi boca salga alguna mentira o palabra fea. Haz, Señor, que nunca ofenda a mis padres, que me tratan con cariño y amor. Amén.
- Oración del estudiante:
Cristo, quiero hablar contigo sobre mi vida. ¡Hay tanto que debo aprender! A muchos les gusta hablar de la vida, pero muy pocos nos enseñan a vivir. Señor, quiero estar preparado para asumir mi responsabilidad en la construcción del mundo. Quiero que todos mis estudios me ayuden a descubrir, sobre todo, el arte de vivir y de convivir. Por eso, Cristo, me dirijo a ti y te consagro este tiempo de mi formación. Te pido que me ilumines interiormente y seas Maestro de mi vida. Ayúdame a usar la inteligencia para comprender a las personas.
Fortalece mi voluntad, para asumir este tiempo de formación con persistencia y honestidad, sin miedo a los sacrificios. No dejes que la búsqueda de diplomas, promociones y ganancias robe de mi corazón la alegría de servir desinteresadamente y darme por amor. En este mundo de consumo y confusión, ayúdame, Señor, a ser persona, a vivir libremente, a ser amigo y a vivir contigo en todas las situaciones. Que tu Evangelio sea mi luz, así caminaré seguro en la conquista de mi verdadera realización y felicidad. Amén.
- Decálogo del estudiante
Estudia con amor y perseverancia hasta que llegue el día que puedas cosechar el título de tus afanes.
Sé siempre bueno, justo, honrado, recto, leal, generoso... y pon en práctica la ley del amor.
Ten siempre a flor de labios una sonrisa alegre que exprese tu optimismo y tu deseo de triunfar.
Utiliza tus dones y ponlos al servicio de quienes te rodean. Recuerda que la juventud es la esperanza de los pueblos.
Da siempre lo mejor de ti y no te conformes con la mediocridad en el sentimiento, ni en el pensamiento, ni en la acción.
Interésate por tus semejantes. Esto permitirá colocarte en su lugar y no harás nada que pueda perjudicar a tu prójimo.
Aprovecha las enseñanzas de tus maestros, de tus mayores, de todos los que te rodean y rechaza lo que no esté de acuerdo con los principios morales.
No maltrates tu cuerpo. Consérvalo limpio, sano, puro. El cuerpo es el templo maravilloso que alberga tu alma.
Ten presente que el hombre empieza a envejecer cuando deja de aprender. De ahí que se pueda ser viejo en plena juventud y joven en plena ancianidad.
Entusiásmate. El entusiasmo empuja a las personas hacia el logro de los más hermosos ideales.
Oh Cristo peregrino, tú que hiciste de tu vida todo un camino al encuentro del hombre, para llevarlo al Padre, te pedimos por el migrante pobre y abandonado. Señor, condúcelo a una tierra que lo alimente, sin robarle la identidad ni el corazón. Que tu Espíritu lo fortalezca para seguir su rumbo hacia la verdadera Tierra Prometida, viviendo la justicia, la solidaridad y la paz. Danos la gracia de acogerlo con fe y amor, ayudándolo a caminar con valor y esperanza. María, Madre del migrante, protege a los migrantes con tu amparo de madre. Bendícelos y condúcelos al encuentro del Padre. Amén.
Señor, tú me llamaste a ser catequista en tu Iglesia. Tú me confiaste la misión de anunciar tu Palabra, denunciar el pecado y testimoniar con mi propia vida los valores del Evangelio. Tu llamada pesa, Señor, y es grande mi responsabilidad. Pero si me has escogido, confío en tu gracia. Caminaremos juntos, Señor. Tú, apoyándome e iluminándome; yo, poniéndome a tu disposición, a disposición de la Iglesia, preparándome y actualizándome cada vez más para servir mejor a tu Pueblo. Hazme tu instrumento para la venida del Reino, Reino de amor y paz, de fraternidad y justicia, Reino, en el que Dios será todo en todos. Amén
Señor, tú conoces todos los caminos y para ti no hay secretos; nada está oculto a tus ojos y nada sucede sin que tú lo permitas. Concédeme la felicidad de iniciar este viaje, acuérdate de mí y dame la posibilidad de ir y volver en paz y tranquilidad, por tu infinito amor y tu benevolencia. Acompáñame con tu bondadosa protección y dirige mis pasos y destinos con el habitual amor de tu corazón, manteniéndome siempre cerca de ti. Hazme ver claramente los obstáculos y las dificultades, y ayúdame a encontrar las soluciones y salidas. Sálvame de la aflicción y la desesperación, gracias a tu bendición y tu paz. Bendito seas, eterno Dios, Padre nuestro, porque me has conservado la vida y me preparas para que, a la luz de tu presencia, encuentre siempre nuevos caminos y la respuesta plena a mis anhelos. Amén.
Oración del conductor
Concédeme, Señor, que yo siempre sea un conductor cuidadoso. Guíame con mano firme y no permitas que cometa ningún acto que atente contra tu precioso don de vida. Manténme siempre alerta y consciente de los demás cuando viaje a mis destinos. Ayúdame a obedecer los límites de velocidad y protégeme a mí y a aquéllos que viajan conmigo, de los actos irresponsables de otros conductores.
Recuérdame ser un Buen Samaritano cuando me encuentre a otros que necesiten de mi ayuda en el camino. Tengo límites en cuanto a mi visibilidad y mi concentración cuando estoy cansado, por eso te pido que mires adelante por mí y que me alertes de cualquier peligro que se acerque. Haz que no conduzca rápidamente y que me detenga a descansar cuando lo necesite. Cuídame y acompáñame siempre. Amén.
Señor, el amor de mi amigo me hace sentir más humano, más sincero, más comprometido. Mi amistad por él, es un intercambio de ideas, de palabras, de silencios llenos de vida. Es dejar que tu luz penetre nuestras vidas y bajo esa luz, comprobar gozosamente que juntos buscamos la verdad, que juntos iluminamos nuestras existencias y la de nuestros hermanos. Señor, que cada vez seamos más amigos. Que nuestra amistad sea cada vez más fuerte y más hermosa. Y que el uno al reflejarse en el alma del otro, encuentre el camino de lo eterno. Amén.