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Tercer Domingo de Cuaresma

Baner cuaresma 6

Motivación:

Después de la experiencia vivida en el desierto y en la montaña, el evangelio de este Tercer Domingo de Cuaresma nos lleva al Templo de Jerusalén para contemplar como Jesús a través de la entrega de su cuerpo en la cruz, pasa a ser el lugar definitivo de la presencia de Dios en medio de su pueblo; lugar desde el cual pueden seguirlo y adorarlo. Pidamos al Espíritu Santo que nos acompañe en este encuentro con la Palabra y nos ayude a escuchar los llamados que desde ella, Dios quiere hacernos para vivir en esta nueva semana.

 

Oración:

¡Espíritu Santo! Amor eterno del Padre y del Hijo,
te adoro, te doy gracias, te amo y te pido perdón
por todas las veces que te he ofendido en mí y en mi prójimo.

Desciende con abundancia de gracias en las sagradas ordenaciones
de los obispos y sacerdotes; en las consagraciones de los religiosos y religiosas;
en las confirmaciones de todos los fieles: sé luz, santidad y celo.

A ti, Santo Espíritu de verdad, consagro mi mente,
mi fantasía, mi memoria; ilumíname.
Haz que conozca a Jesucristo, nuestro Maestro,
y comprenda su Evangelio y la doctrina de la santa Iglesia.
Aumenta en mí el don de sabiduría, de ciencia,
de inteligencia y de consejo.

A ti, Espíritu santificador, consagro mi voluntad:
guíame para hacer lo que te agrada;
dame fuerza para cumplir con los mandamientos y con mis deberes.
Concédeme el don de fortaleza y el santo temor de Dios.

A ti, Espíritu vivificador, consagro mi corazón:
protege y aumenta en mí la gracia divina.
Concédeme el don de la piedad.
Amén

 

 

1. Lectura:

Leemos el evangelio varias veces identificando las personas, las situaciones y las realidades que Jesús va descubriendo en su llegada al Templo. Así mismo, los sentimientos que dichas realidades le generan y las confrontaciones que experimenta al entrar en contacto con las autoridades religiosas.

 

Del evangelio según san Juan (Jn 2, 13-25)

Estando cerca la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de novillos, ovejas y palomas, y a otros sentados en sus puestos cambiando dinero. Entonces hizo un azote de cuerdas y los expulsó a todos del templo, lo mismo que los novillos y las ovejas, y tiró al suelo las monedas de los que cambiaban el dinero y les volcó las mesas. Y a los que vendían las palomas les dijo: “¡Quiten esto de aquí! ¡No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado!”. Sus discípulos se acordaron de que está escrito: “El celo por tu casa me devorará”. Las autoridades judías se dirigieron a Jesús y le dijeron: “¿Qué prueba nos das de que tienes derecho a hacer esto?”. Jesús les respondió: “Destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré”. Las autoridades judías le replicaron: “Cuarenta y seis años llevan restaurando este santuario, ¿y tú lo vas a reconstruir en tres días?”.  Pero el santuario del que Él hablaba, era su cuerpo. Así pues, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, sus discípulos cayeron en la cuenta de que  a eso se refería, y dieron fe a la Escritura y a las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén para la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en Él, al presenciar las maravillas que realizaba.  Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que le informaran acerca de nadie: Él penetraba el interior de cada uno.

Profundicemos la lectura del relato respondiendo entre todos:

 

  • ¿Con ocasión de cuál festividad sube Jesús a Jerusalén?
  • ¿A quiénes encontró Jesús en el Templo?
  • ¿Cuál fue su reacción?
  • ¿Qué dijo a los vendedores de palomas?
  • ¿Qué palabras recordaron sus discípulos en ese momento?
  • ¿Qué prueba da Jesús a las autoridades religiosas cuando lo confrontan por expulsar a los comerciantes del Templo?
  • ¿De qué santuario hablaba Jesús?
  • ¿Por qué Jesús no se fiaba de los que empezaron a creer en él?

 

 

2. Meditación

El camino recorrido por Jesús hasta este Tercer Domingo de Cuaresma nos permite percibir la estrecha relación que tiene con la historia de su pueblo. Como el pueblo de Israel, Jesús estuvo en el desierto para purificar las intenciones de su corazón y reconocer a Yahvé como el único Dios verdadero. Subió también como Moisés a la montaña para renovar la Alianza y escuchar de boca del Padre la confirmación de su misión: “Este es mi hijo amado, ¡escúchenlo!”. Hoy llega a Jerusalén, al centro de la vida religiosa del pueblo judío, para percibir como dicho lugar, construido para alabar y glorificar a Dios ha sido convertido en un mercado. Jesús se llena de gran dolor y desconcierto al percibir como la relación con Dios pasó a estar mediada por sacrificios y rituales que llevaron a destinar dicho lugar sagrado para la venta de animales y el cambio de dinero. Situación que lo indigna y lo hace reaccionar airadamente: “¡Quiten esto de aquí! ¡No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado!”.

 

Jesús expulsa a los mercaderes del Templo y reta a las autoridades religiosas al afirmar que es capaz de reconstruir dicho lugar en tres días para denotar la necesidad de sanear la manera como hasta ahora, dichas autoridades habían conducido la relación con Dios. Una relación marcada más por el ofrecimiento de sacrificios rituales, pero que dejaba de lado la verdadera conversión del corazón. Una religiosidad que se quedaba en lo externo pero no se comprometía con las necesidades de los demás. De allí, que al hablar de su cuerpo como el nuevo santuario, denota que a través de su entrega y su resurrección, se da inicio a una nueva manera de entrar en relación con Dios, mediada ya no por sacrificios rituales sino por el amor, la donación de la propia vida y el servicio.

 

A la luz de aquello que hemos podido profundizar en el texto, revisemos nuestra propia vida y preguntémonos:

 

  • ¿Cómo es nuestro culto a Dios?
  • ¿Cómo vivimos y alimentamos nuestra relación cotidiana con Dios?
  • ¿Vivimos una experiencia de fe centrada en las necesidades de los otros o nos conformamos solo con el cumplimiento de ciertas prácticas religiosas?

3. Oración

 

 

 

 

 4. Contemplación

Entremos nuevamente en la escena del evangelio de este día y llevemos a nuestro corazón aquella palabra o expresión de Jesús que más nos ha impactado. Repitamos en nuestro interior varias veces y preguntémonos que enseñanza o llamado nos quiere comunicar el Señor a través de ella.

 

5. Acción

A partir de los llamados, las confrontaciones o enseñanzas que quedan en nosotros después de este encuentro con la Palabra, formulemos un propósito concreto para vivir esta semana.

 

Hna. Mariluz Arboleda Flórez, fsp.

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